Caldo de Carvalho (XVI) Inútil escrutar tan alto cielo
XVI
Los periódicos con olor a torrezno industrial que lee Méndez llevan meses hablando de crisis, burbujas financieras, hipotecas y préstamos. Hoy dicen que ha quebrado Lehman Brothers, uno de los más importantes bancos estadounidenses. El inspector ve venir bombas. Subirán el tabaco y el café. Habrá más de todo; desahucios, chulos, muertos en los portales, niños sin desayuno, emigrantes perseguidos, mujeres asesinadas. Méndez ya era viejo en el crack del 29, ha visto triles inverosímiles. Es lunes y está cansado. Visita en su despacho a la inspectora jefe Margarita García. Cómo cambian los tiempos, Méndez, qué te parece. Qué te parece, Méndez, cómo cambian los tiempos.
— Méndez, es usted una institución. ¿No han puesto una estatua suya con peana en el museo de la policía?
—Ya me gustaría, ya. Me dolerían menos los pies. ¿Tiene un minuto?
—Sea breve.
—El caso del abogado Moré. Lo llevan Lifante y Contreras. La víctima tenía relación con el comisario Salmorejo y los inspectores son sus amigos. No encuentran nada, ni lo van a encontrar.
La inspectora jefe se incomoda. Palabras de guerra. Coge papel y bolígrafo.
—Desarrolle, concreto y sintético.
—Me han adjudicado la muerte de un confidente de Lifante y Contreras. Tenía respaldo, abogados del centro, recursos económicos y protección policial. Me gustaría saber por qué. El Chino se ha llenado de gente preguntando por Carvalho. Ha habido muchas quejas, no puede uno prostituirse tranquilo.
Ha tomado nota la inspectora Jefa García. Deja caer el bolígrafo en la mesa y el papel en la papelera.
—No trabajo en asuntos internos, siga el cauce reglamentario.
—No puedo. Cada vez que lo intento se me sale la hernia.
—Se me ocurren dos preguntas, Mendez. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y ¿Por qué a mí?
—Verá...Soy lector de Alicia Giménez Bartlett. Su personaje principal, Petra Delicado, es policía y su modelo es usted, Margarita García, inspectora jefe. Lo dice La Vanguardia. Giménez Bartlett trabaja con la agencia Balcells.
Margarita García, inspectora jefe, se levanta, abre la puerta del despacho y pega un bocinazo.
—¡Petra!
Uno de los teléfonos que han encontrado en la agenda del Toto corresponde a Núñez y Muñoz, un despacho de abogados en el Eixample. Enfrente, en Calçats Torregrossa, una zapatería con minúsculos escaparates polvorientos, la discreta anciana a cargo del establecimiento informó a Méndez de sus dolores lumbares, lo desagradecida que es su hija mayor y de los vaivenes del negocio desde que lo heredó en 1971. Aportó algunos datos útiles: Muñoz es chileno, bajo, parlanchín, divorciado, maleducado y follarín. Se encarga de asuntos financieros. Núñez: español, cocainómano, larguirucho, chuleta, aficionado a las motos y soltero. Éste le interesó más a Méndez. Defiende a policías.
Esperó a la salida del despacho en la calle Mallorca y siguió al largo. Núñez andaba deprisa. Salió al paseo de Gracia y a los treinta metros dobló por la calle Provenza. Ahí Méndez perdió su pista, el resuello y la autoestima. Al día siguiente lo esperaba en la calle Provenza. En una semana consiguió el trayecto entero, setecientos metros, diez minutos andando. Núñez al salir del trabajo se dirige a diario al restaurante La Camarga, en la calle d’Aribau. Mendez decidió husmear, tirar la casa por la ventana e invitar al menú de treinta euros a la inspectora Petra Delicado.
Comer en un restaurante del centro con una mujer de aspecto saludable podría destruir su reputación. El inspector es un abnegado profesional, está dispuesto a jugarse la vida por el bien común y probar el envoltini de queso brie, el rissoto, el cogote de merluza y los profiteroles. Convence a Petra Delicado de que lo acompañe y se ocupe de estudiar el local, cocina, despensas, servicios, reservados, oficina. Él se centrará en el personal. Llegan pronto, hay poca gente. Se acomodan en el enorme comedor principal y empiezan con un vermú. Hay varias salas privadas, una de ellas con proyector, una terraza con mesa para doce. Predomina el color blanco, abundan flores y plantas, madera, lamparitas, cuadros con paisajes de Absurdistán y platos de colorines. Poco personal. Petra se levanta y se dirige al servicio. La clientela es selecta. Méndez da muestras de una reacción alérgica, le sudan las manos, le falta aire, le duele la garganta. Núñez llega a la hora calculada. Petra Delicado se sienta y con un dedo en los labios manda silencio. Señala el centro floral y el candelabro. El inspector se da por enterado con un movimiento de cejas, duples altos.
—Es precioso papi, me tienes que traer más veces. Me encantan los sitios discretos y elegantes.
—Claro hija, claro. Cuando quieras. Con gente tan educada da gusto, parece un cónclave. Y mira pa ahí, qué tulipanes más hermosos.
Núñez ha entrado en un reservado. Méndez asoma la cabeza, el abogado está acompañado de un caballero.
—Disculpen. ¿Son ustedes los de pompas fúnebres?
Petra es, comparada con Méndez, joven y dinámica, puede encargarse de seguir al interlocutor. El inspector intercepta a un camarero que lo mira con pánico.
—¿A ti no te detuve una vez por robar una moto? Si dices algo te encalomo.
—Oiga, Méndez que no fui yo, que fue el Richi…
—Ni una palabra. Conozco a tu madre desde el concilio vaticano segundo.
La descubierta en el restaurante La Camarga ha sido un éxito descontando la diarrea del inspector. Petra Delicado ha identificado a un constructor en libertad vigilada, un narco a la espera de juicio, y un delantero centro defraudador. El elemento que ha comido con el abogado Núñez, al que ha seguido la inspectora, es un detective de la agencia Norma cuatro. Se dedican a grabar conversaciones en los reservados. En La Camarga hay más micrófonos que clientes.
La inspectora Petra Delicado investiga a la agencia Norma Cuatro y su conexión con la policía. Grabar en La Camarga produce toneladas de información. Ella y el subinspector Fermín Garzón estudian los movimientos de los detectives. Descartando los encargos comunes, asuntos de cuernos y divorcios, estafas a seguros, desaparecidos o espionaje industrial, lo más habitual en su rutina son los encuentros con policías. Compran información ilegal sobre matrículas, movimientos de cuentas, domicilios o antecedentes. Incluye escuchas telefónicas sin autorización judicial.
—¿El inspector Méndez?
—Un momento...doce cincuenta, al café invita la casa. Niño, avisa al señor Méndez... Haga el favor de esperar, el inspector está dormido. Hay que despertarlo con una mascletá.
La descripción sonora de lo que escucha Petra Delicado no necesita mucha perspicacia. Se oye el tráfico, gritos, cafetera, cucharas, vasos, risas y tacos. Un bar de los que ya no quedan, mitad monte de piedad, mitad casa de socorro, mitad comida casera de casa-cuartel. Demasiadas mitades.
—Dígame.
—Inspectora Delicado. ¿Puede dormir ahí? ¿No tiene casa?
—Vivo aquí, es un remanso de paz, un monasterio. Usted dirá.
—He trabajado algo por mi cuenta, Méndez. Los de Norma cuatro graban a políticos y pasan la información a algunos policías. Es muy probable que estuvieran al tanto del encuentro en el Palace de Moré con el abogado de Rigalt i Mataplana.
—¿Qué policías?
—Los clientes de Núñez y alrededores.
—¿Contreras y Lifante?
—Podría ser. Estamos en ello.
El Trini ha tardado meses en descifrar la información entregada por Duluc sobre Salmorejo y en revisar el material de Vallvidrera, matrículas, signos exteriores, posibles conexiones. El resultado es un esquema complejo y recurrente, la ruta de la pasta. Nombres, países y toneladas de mierda cruda. Una banda de comisarios jugando a espías metidos a empresarios con aspiraciones políticas. Moriarty. Para evitar la esquizofrenia el Trini se acerca a Lavapiés. Ayudame, Toni. ¿Qué hacemos?
Lo primero que se les ocurre a los dos exboxeadores, es subir a un ring del último gimnasio sin letreros en inglés, y hacer unos guantes pedagógicos, amistosos. Una conversación a puñetazos contenidos. Es temprano, huele a linimento, lejía y Ducados. El encargado del local, un politólogo experto en relaciones diplomáticas, conoce a los dos. Esto no me lo pierdo, el abuelo fajador contra el nieto estilista. Toni está vivo, mantiene los reflejos. No aguanta el baile del Trini. Un asalto corto, ceremonioso. Combate nulo. El premio, unos valdepeñas en un bar sin ruido y un purito para Toni.
—Mira Ramalho, estoy harto. De Salmorejo, de Carvalho y de la madre que parió a los escritores.
—No te hagas el viejo. Me enganchaste una en el hígado que me va a doler una semana.
—Te tapas mucho la cara. Es lo que soléis hacer los policías.
El Trini arma una guardia baja. Marca la distancia.
—Hace mucho que dejaste el cuerpo. Ya no echan a los polis rojos.
—No me echaron, me fui. Los polis sois siempre iguales. Garantes del orden de mierda.
—Del desorden, Toni, olvidate del siglo veinte.
—No me olvido de nada, nunca. La memoria sirve para que no te hagan dos veces el mismo truco.
Kostas Jaritos, comisario del orden, del desorden, o de lo que toque, sale de casa con un humor mejorable después de discutir con Adrianí lo que ha dicho la televisión sobre su último caso. La bolsa en Atenas se ha desplomado, el tráfico está peor que nunca, es invierno. La prensa afín al Panathinaikos denuncia la venta fraudulenta de un jugador del AEK al F.C Barcelona. Un reportero del Athlitiki Icho ha escrito: “Nada tendría de particular el fichaje de Georgios Habilidosiou por el equipo catalán si la astronómica cantidad pagada por el delantero centro juvenil no estuviera avalada por una entidad financiera panameña investigada en catorce países”. Georgios, un muchacho de quince años, es el primer sorprendido después de marcar un gol en cuarenta partidos. Era reserva en el equipo de su pueblo, en Anatolia central. Todo quedaría en un lio entre los dos equipos de la capital si no hubiera llamado un ministro al general de brigada Guikas. El intermediario, Mr Cooplan, un estadounidense con residencia en Amsterdam, ya ha cobrado un diez por ciento del traspaso. Intervienen bancos de Londres, Las Bahamas, Guam, Gibraltar, Andorra, Luxemburgo, Hong Kong, Macao y Delaware. El AEK ha anunciado su intención de gastar el dinero recibido del Barcelona en reforzar el equipo con un jugador del Real Madrid. Tres detalles no cuadran, el jugador tiene cuarenta años, está recién operado de la rodilla y su representante es el mismo, Cooplan. El Real Madrid pretende pagar con ese dinero la clausula de rescisión que el Barcelona ha estipulado en el contrato de Georgios Habilidosiou. Nadie entiende nada.
El comisario Kostas Jaritos tampoco. Un dinero sale de Barcelona y vuelve a Barcelona. Por el camino desaparecen millones de euros. Georgios Habilidosiou declara que nunca había soñado con jugar en el Barcelona, ni muchísimo menos en el Madrid. Quería ser médico. El ojeador del Barça que contactó a su representante, Cooplan, se inscribió en el hotel Titania con un DNI a nombre de Bouvard Larios. Salió de Atenas en un vuelo rumbo a México. Kostas Jaritos, consta en los ordenadores del gobierno, pidió en su momento información sobre alguien llamado Bouvard. Éste individuo, en compañía de otro, Pecuchet, cometió varios delitos en Grecia en 2002.
—Pepe Carvalho. Bouvard es la identidad falsa que utilizó al cruzar el país.
En el expediente Carvalho, que Jaritos estudió en su día, figura la prolongada estancia en Amsterdam del entonces agente activo de la CIA.
El restorán La Camarga es la ostia, Méndez. Limpiar está muy mal pagado, el convenio es una birria, siete euros la hora con suerte. Y una se tiene que hacer la tonta, ni ve, ni oye, ni entiende. Mi hijo será lo que sea, pero es un cacho de pan, se lo juro. No, el paquete no era suyo, era de un amigo, si lo sabré yo. El Richi que siempre ha sido un sinverguenza. No me entienda mal, comisario...Bueno pues inspector. Usted es buena persona, un poco cabrón, sí, pero eso va en el oficio, que quiere que le diga. Hágame un favor, yo se lo pago. Se entera una de muchas cosas y ya sé que a usted le gusta que se las cuenten. No, gracias, más anís no. No necesita que me mame para que hable, ya voy yo solita. No, beba usted, comisario, no me molesta. Eso, inspector, perdone. ¿Sabe quien estuvo cenando el otro día? El ministro del interior. Sí, Rubalcaba. Con jefazos de la policía y políticos de mucho mando. ¿Me va a ayudar entonces? Se lo agradeceré toda la vida, comisario. No, ya verá como de esta lo ascienden. ¿Sabe de qué hablaron? Claro, como lo va a saber. Pues de cosas feas de Pujol, alguien quiere detener a su hijo. En la cocina se comentó mucho. Ah, y también hablaron de ese que está tan de moda en el barrio, Carvalho. Sí, ese, Pepe Carvalho.
No se atrevieron a matar al Trini. Entraron en su casa, se lo llevaron todo, le dieron un palizón. No puede hablar, ni abrir los ojos hinchados. Está ingresado en el Gregorio Marañón. Tiene al lado a Asunción, la mandíbula rota, collarín para las cervicales y los pulmones encharcados. La enfermera cambia la vía y el gotero. Tiene visita. Toni no sabe qué decir, no dice nada. Solo saluda. Quiere dejar constancia de que está allí. Lleva en el bolso la Gabilondo.
Tonia no ha podido olvidar a Carvalho. Él o alguien, se ha encargado de eso. El día que cumplió veinticinco años recibió un paquete con matasellos de San Juán Chamula, Chiapas, México. Un libro en blanco y un mechero. Le hizo gracia. Le hubiera gustado poder contestar: Señor Carvalho, confunde usted cultura con arte y erudición. La cultura es el cultivo, y sin cultivo no hay alcachofas. También se cultivan las formas de hacer las cosas. Las diferentes formas de reproducir, en cada momento y lugar, la vida en común. Estaba embarazada.
La gira continúa, hoy toca Jaén. La música, el idioma más internacional, no necesita traducción. Tonia montada en el violín no ha parado de viajar. Es caprichoso el azar. Al volver de México pasó unos meses malos, traducciones al peso mal pagadas, la idea desasosegante de preparar una oposición, ensayos desagradables con músicos soberbios. Uixi Amargós, la violinista titular en la banda de Joan Manuel Serrat, la llamó un día, necesitaba una sustituta para ocasiones especiales. Tonia conocía el repertorio. Par coeur, diría Duluc. De memoria, de corazón. Hizo una prueba, el pianista se arrancó con el “Romance de Curro el Palmo” y Tonia la bordó. Al terminar se le saltaban las lágrimas. Serrat susurró pot valer con sonrisa de pino y brillo de retama en los ojos. La incorporaron de segunda violinista. Gracias a la vida, to life. A la Nuri le encanta Serrat y llora con la elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández. Tonia le contagió el vicio de la poesía. El día que Osorio llegó con los papeles y pudo salir a la calle, la Nuri también lloró. Lo primero que hicieron fue recorrer el parque. Los crios daban voces, la gente mayor parlamentaba sentada en los bancos, transeuntes de paseo recogían la caca de sus perros. La Nuri estuvo feliz, un minutito, un instante. Oyeron de lejos, otra vez, cantar al Faliyo. Se levantó el levante y volaron un par de bolsas de plástico.
Esa noche Malik compró el mejor faláfel de Badalona y cenaron en los columpios de la playa. Más callado que de costumbre, había dejado el sindicato. Dio una sola explicación avergonzado, con voz baja y perpleja; la viuda del Bambi ha ascendido. Ahora es directora general de la multinacional y pareja de Polo, el nuevo secretario general del sindicato. Un bolero triste. Más que amor, frenesí. Sigue siendo sindicalista. Trabaja demasiadas horas como para dejar de serlo.
Salmorejo expone a los reunidos en un parador cerca de Madrid, los pasos a seguir. Copas y canapés. Hay que anular a Carvalho, trabaja para los catalinos. Asisten un senador, un subsecretario, un juez de la audiencia nacional. Programan la recluta de aliados. Por arriba necesitarán más jueces, empresarios, fiscales, militares. Por abajo periodistas, policías, soplones, y matones.
Nota de inteligencia: elaborar un listado completo de figuras públicas, fundaciones, asociaciones y empresas relacionadas con los nacionalistas para vigilancia o infiltración. El círculo de Pujol, Esquerra Republicana, extrema izquierda y sindicatos son objetivos prioritarios. Se deben contrarrestar los medios de comunicación públicos catalanes. El Fútbol Club Barcelona tiene un alto valor simbólico, desgastarlo tendría un efecto desmovilizador. Es necesaria una provisión de fondos.
Ha sido él el que me ha dicho madre, digale al comisario...que más dará, no se ponga así, que se le van a salir las tripas, pues eso, dígale al comisario que la novia del hijo de Pujol le estuvo contando a una política famosa que llevaban a Andorra mochilas llenas de billetes de quinientos.
Por mayo, los pájaros de Barcelona trinaban. La Nuri acababa de limpiar el portal de los jueves en el centro y no entendía el jaleo en la plaza de Cataluña. Preguntó al vendedor de cupones. No sé, dijo, no sé, una manifestación. Había mucha policía y tiendas de campaña. El metro la llevó a San Roque en media hora, hacía calor. Mientras preparaba la cena, pasta con atún, la televisión hablaba de protestas e indignados. Todos los políticos son iguales, gritaban los acampados, que se vayan todos. A la Nuri no le parecían todos iguales. Por noviembre hubo elecciones que ganó la derecha. Los pájaros de Barcelona no dijeron ni pio y la Nuri vio festejar a los que decían que había venido a quitarles el trabajo.
Como se lo cuento Méndez, el ministro del interior nuevo, el Fernández ese, el del opus, almorzó ayer en el restorán con el jefazo de la policía y un montón de comisarios. Está Barcelona con eso de la reunión de no se qué banco europeo que no se puede ni andar. Méndez está al tanto. Hay manifestaciones, arden contenedores. Los comisarios más amargados están de los nervios. Petra Delicado se ha vuelto a divorciar. Conociéndola no le extraña. Tampoco le extrañaría que se volviera a casar. Méndez la visita en su casa del Poble Nou. La policía judicial ha entrado en la sede de Norma cuatro y se han llevado todas las grabaciones de la Camarga.
Antonio Carpintero, más Toni Romano que nunca, recapitula antes de dar el siguiente paso: El comisario Salmorejo bajo una identidad falsa, se entrevistó con Javier De la Rosa. Los datos son concretos: Banco Lombarde de Ginebra, rue de la Corraterie. Los Pujol tienen 137 millones de euros en Suiza según la policía. Ese fue el titular del periódico elegido por Salmorejo y el ministerio del interior que desató la guerra. Salmorejo llamaría a eso “cambiar la historia de Cataluña”. El director adjunto operativo de la policía, DAO, pasa a la prensa un informe de la UDEF, unidad de delitos fiscales, sin firma y sin sello. Unos días después el director general de la policía y el banco desmienten el informe. El expresidente Pujol salió en televisión para hacer una pregunta:
—¿Pero qué coño es esto de la UDEF?
Un agente gallego del CNI, Osorio, envió un sobre anónimo al juzgado con extractos de las cuentas de Salmorejo en Panamá. El comisario recibía dinero de un gobierno extranjero, el guineano. Su informante era secreto. La policía no parecía interesada en la historia que involucraba a Salmorejo, la guardia civil sí. La presencia de Carvalho en Malabo, la capital de Guinea, ojeando al portero bizco del Atlético Semu y sus encuentros con Osorio, movilizaron a la benemérita.
Tonia con el carrito de la niña vuelve a casa de sus padres. la Barceloneta, la calle de la sal. La librería de Paco Camarasa y Montse Clavé, cerró. Tonia infla un globo e imagina el caso. El mercado, un asesino de mano invisible, acabó con “Negra y criminal”. Las multinacionales ametrallaron el pequeño local en la calle de la Sal el día de San Valentín. No parecía un accidente. Carmen Balcells murió sin encontrar a Carvalho, sin llegar a un acuerdo con Wilye el chacal y sin vender la agencia que ahora dirige su hijo Lluís Miquel. La mayoría de los autores de su agencia la lloran. Manuel Vázquez Sallés, no. Tonia tiene su propio criterio y decide que no le importa a nadie.
Cuando Salmorejo entró en prisión en noviembre de 2017, un mes después del referéndum de independencia de Cataluña, tres presos lo esperaban frotándose las manos. Habían recibido un cargamento de ibéricos, cartones de tabaco, golosinas y una transferencia. Bebieron alcohol casero de fruta fresca a la salud de Toni Romano. El comisario tenía pendientes decenas de juicios, los fiscales pedían centenares de años. El New York Times le dedicó un artículo en el que repasaba sus aventuras. Jordi Pujol había vuelto a escena para abroncar al parlament y avisar a quien se diera por aludido, en otra sesión histórica: “si se toca una rama, caen todas y todos los nidos”. Oído cocina. Diez años después, con noventa y tres y aquejado de alzhéimer, le espera un juicio sin fecha. La fiscalía le pide nueve años de prisión que nunca cumplirá.
Paco Camarasa dejó “Sangre en los estantes” antes de morir, otro abril sin mejillones, en la Barcelona negra de 2018. Carvalho, el detective charnego y acrata, de seguir vivo, rondaría los setenta y muchos. Un jubilado achacoso cocinando pescado hervido, no es lo que quiere la editorial Planeta. Tuvieron una idea, “Carvalho: Problemas de identidad”. La novela que publicó Carlos Zanón por encargo estaba contada en primera persona, el narrador era Pepe Carvalho. Una noche de lluvia y Tom Waits, a las dos de la mañana, a punto de quedarse sofrito en el sofá bebiendo una película con Heineken, llamaron a su puerta. No había abierto el portal, el volumen de la televisión no estaba alto. Esperaba una cara conocida, un vecino. Tenía enfrente a un repartidor de comida con un chubasquero rojo y una caja de cartón. No había pedido nada.
—Bona noche. Aquí tiene. Adiós.
—No, no. Se ha equivocado.
—No, no. Zanón, aquí. Adiós.
—¿Qué es esto?
—Esto para Zanón, tú Zanón. Zanón nunca abre buzón. Adiós.
No pidió dinero y salió corriendo. Carlos Zanón olfateó con la puerta en la mano. Olía a tortilla de patatas. Al abrir la caja no se sorprendió, tortilla de patatas, jugosa y recién hecha. Ser famoso, lo famoso que puede llegar a ser un escritor de novela negra, tiene estás cosas. Un programa de radio nocturno, un cibergilipollas, un humorista o cualquier cretino, le había elegido para pasar el rato. En la cocina tiró la caja a la basura. El timbre otra vez, el repartidor.
—Come.
—Oiga…
—Come tortilla. Hace Biscuter. Bona noche.
Hace Biscuter, dice, no te jode. Los de la editorial. En la caja, debajo de la tortilla, un móvil y un mensaje escrito con letra infantil: mira en el buzón. Puso hielo en un vaso y añadió un chorro abundante de algo fuerte. En la película una monja con llagas se convertía en murciélago, las paredes sangraban y una niña rubia daba cabezazos al suelo en un desván, al lado de una oveja. Se puso la bata y las zapatillas, cogió las llaves y siguió las instrucciones absurdas. Encontró un paquete con una etiqueta; “Carvalho: problemas de identidad”. Doscientos folios escritos a mano. Leyó de un tirón, tres cuartos de botella, intentando reconocer el estilo, poner nombre al autor. La habitación empezó salirse de su eje, el sofá le llamó por su nombre, la luz del día le cerró los ojos, los párpados pesaban dieciséis toneladas. Sonó una melodía ridícula, el Huawei.
—¿Carlos Zanón?
—...Puede. ¿Quién es?
—¿Le ha gustado?
—Mucho. Pero la prefiero sin cebolla.
—Pensé que siendo usted poeta, le gustaría. La cebolla es escarcha...la cebolla es escarcha...La cebolla es escarcha.
—Cerrada y pobre. La cebolla es escarcha, cerrada y pobre. ¿Le importaría decirme quién es?
—Da igual. Quiero la mitad de los beneficios, sin contrato, en efectivo, un solo pago. Le avisaré del cuándo y dónde.
—Necesito dormir. Llame en otro momento.
Carlos Zanón puso la cabeza en el cojín, encontró una patria mullida y el universo se lo tragó.
Carlos Zanón observa la puerta tomando una cerveza sentado en el Oz Blues Bar, un local de música en directo entre el restaurante pakistaní Punjab y un bazar de todo a euro, en el carrer Nou. Es temprano, poca gente. Un grupito alterna las visitas al lavabo. Canta Ray Charles por la mañana, en el calor de la noche. El escritor sigue sin tener claro qué pinta allí, la voz del teléfono le ha dado indicaciones. El tío que se dirige a su mesa, después de mirar a través del cristal, tiene pinta de guiri. Es francés. Le ha dado tres besos y ha pedido pastís. Se presenta como Patrick Duluc, su castellano suena a varios veranos en Alicante y asegura ser un negociador.
—¿En nombre de quien negocia usted?
—Del señor Plegamans, naturellement. Un caballero exceptionnel gran amigo mío y un chef mágico.
—¿Plegamans?...¿Biscuter?
—Don Josep Plegamans Betriú, un catalán universel. Antes conocido como Biscuter, en effet.
Duluc puede ser un actor, un chiflado, un fan de Carvalho, miembro de una secta catara, un mafioso marsellés o un cocinero con ocho estrellas Michelín. Ha recibido un texto, luego puede ser escritor. Los escritores pueden convertirse en todos esos personajes a la vez.
—¿La novela es suya?
—Oh, no, no, no, bien sur que no. El autor es el famoso exdetective Carvalho. Monsieur Plegamans es su agente littéraire. Yo soy un delegado. ¿Le ha gustado la obra?
—Mucho. Tiene ritmo, es creíble, cumple con el género sin tópicos y mantiene el interés hasta el final. Es el trabajo de un profesional, no parece una primera novela. Mire, Duluc o como sea su nombre, no creo nada de lo que dice.
—La verdad, cher ami, está sobrevalorada. Lo que digo va plus loin de la verdad, hablo de un milagro. Pepe Carvalho es un excelente narrateur y se ha dado cuenta de algo douloureux para él, ha estado muchos años trompé. Los libros sí ayudan a vivir, surtout al escritor. Contar parte de sa vida ha sido fácil para él, la contó muchas veces al Escritor. Es una histoire antigua, c'est clair, pero lista para publicar. No le negaré quelque chose, también es una venganza personnel del señor Carvalho contra Vázquez Montalbán.
A Zanón le da pereza entrar en una charla sobre verdades, milagros y venganzas. Prefiere acercarse a la barra. Pide más cerveza y otra palomita para Duluc. La anterior se la ha bebido de dos tragos, dividiendo el vaso en mitades exactas. En el aire B.B. King se queda a vivir en una nota. Al volver con las consumiciones Duluc le invita a fumar en la calle. El francés enciende un cigarrillo perfectamente liado y un olor picante a polen bueno hace volverse a los transeúntes.
—La novela negra, la série noire, la inventamos nous los franceses al terminar la deuxième guerre mundial. Literatura de quiosco, Black Mask, autores norteamericanos, cultura populaire. También la expresión film noir es francesa. El western representaba la tradición, la épique del nacimiento de una nación, John Wayne, les republicaines. La novela urbana était social, nocturna y crítica, Bogart, les demócrates. El cinema, una invención francesa, al llegar a Hollywood, descubrió a los americains la izquierda y la derecha, otro invento francés.
—Estamos en Barcelona, señor Duluc, en lo que fue el barrio chino, esto no es un café de París. Si intenta colar esa parrafada a cualquiera de por aquí le apuñalan, le quitan los porros y le tiran a un contenedor. ¿Qué quiere?
—La mitad de tout. Ya se lo dijo el señor Plegamans por telefón.
— Si me presenta a Biscuter y a Carvalho le doy lo que quiera.
Un hombre con sombrero de ala ancha, abrigo azul, corbata amarilla, gafas y bigote canoso se acerca. Abre los brazos como forma de saludo y arruga la nariz.
—¡Coño, Carlos¡ ¿Qué haces aquí?
—Andreu...me alegro de verte. Ya ves, tomando algo con este amigo. Os presento, Andreu, Duluc. Duluc, este es Andreu Martín, un escritor.
—El autor de Cabaret Pompeya, Prótesis, Barcelona conecction y el blues del detective inmortal, un honneur y un placer, monsieur Martín. Su obra es tres estimé en Francia. Le ruego acepte una invitación ¿Qué quiere tomar?
—No, no gracias, invito yo. El bar es mío. Lo inventé para una novela. Era de un traficante, un personaje. Se quedó vacío y me lo quedé. Pedid lo que queráis está todo pagado.
Duluc hace intención de pasar el petardo a Andreu Martín y le interpela como si fueran viejos conocidos, cómplices en un delito. Andreu Martín niega con un gesto.
—Plegamans y Carvalho disfrutaron mucho de su libro, monsieur Martín. Se sienten tout a fait identificados con sus personajes aunque haya changé los nombres. Diré, para su información, que mi queridísimo amigo el chef Plegamans a eté declarado inocente de todos los cargos por el asesinato, simulado como usted sabe, de Pepe Carvalho.
—Hace quince años que escribí esa novela. Era un homenaje a Montalbán, sin paliativos. Pepe Orvallo y Cuatro Latas intervenían en un caso de María de la O Zabala, la pianista de jazz que entonces tenía este local alquilado al tío Reyes, un capo local de la cocaína.
Zanón rechaza el ofrecimiento del francés, una chusta inaprovechable, e interviene.
—¿Zabala la de “El signo de los cuatro”? Eran buenos, los vi en la semana negra de Gijón. ¿Qué historia es esa del asesinato de Carvalho?
—Lee la novela, ya no me acuerdo. No puedo quedarme. Vais a decir que estoy loco pero tengo un soplo, un atraco dos calles más abajo, en cinco minutos. Encantado de conocerle señor Duluc, nos vemos Carlos, salud.
Desaparece Andreu Martín y Zanón vuelve al negocio.
—Usted decide, Duluc.
—D’accord. Haremos una video conférence. ¿Mañana a midi?
—Si midi son las doce, me viene bien.
—Pues brindemos, cher amí. Pour la vie.
Podría ser Biscuter. Vázquez Montalbán lo describe tal cual lo está viendo Carlos Zanón en la pantalla del Huawei, descontando las arrugas. Han pasado dos décadas desde su última aparición en “Milenio”. Carvalho no quiere ser visto. Se escucha su presunta voz. No existen descripciones suyas, alguna muy somera, y dado que no hay posibilidad de comparación, no se muestra a la cámara. Zanón ha pasado la noche preparando un cuestionario al que solo podría contestar Biscuter. No falla una y se extiende en las respuestas sin titubeos. Zanón ha releído la novela y le extraña un episodio.
—¿La novela es verídica, verosímil o de ficción?
Contesta Carvalho al que se escucha encender un mechero y aspirar el humo de algo fumable, cigarrillo, puro o pipa.
—Es como las de Vázquez Montalbán, pero en primera persona. En vez de contarle una historia para que él la maquille y me las haga pasar putas, cuento lo que pasó. Me permito alguna licencia, pequeña, para proteger algunas identidades. Eso es todo.
—Biscuter gana Máster Chef. Eso es creíble aunque sea mentira.
Biscuter protesta, se declara ganador de la última edición del programa.
—Claro que gané. En la edición de un país más grande y con más cultura gastronómica que España. No diré cual, ni donde. No quiero una legión de seguidores con mandil llamando a mi puerta. No nos despistemos. O le interesa la novela, o no le interesa. No hay vuelta de hoja.
—No tiene sentido que acepte, estaría siempre en sus manos, podrían extorsionarme. Entregaré el borrador en Planeta y diré quien es el autor. Una novela escrita por Pepe Carvalho tiene un valor incalculable. No quiero nada.
—Que no, coño, nosotros no existimos. ¿Cree que Pepe Carvalho puede poner una denuncia por violación de los derechos de autor? Lo único que queremos es una retribución para Pepe sin campañas de promoción, fotos, periodistas, firmas en ferias o charlas en auditorios. El jefe siempre tuvo miedo a la vejez. Es viejo desde hace años ya y tiene sus achaques. Eso no le ha cambiado tanto como creía. Sigue siendo un empecinado. Con mis negocios puedo mantenerle a cuerpo de rey aunque viva cien años, pero no quiere, es muy orgulloso y todavía tiene ingresos, no crea. Además está la señorita Charo que se merece lo mejor y se ha ganado el cielo, la galaxia y el universo. Mire, usted publica el libro con su nombre y le pasan a recoger en helicóptero, le vendan los ojos, le traen a nuestro castillo alquilado todo el verano en montañas cercanas y le cocino cojones de periquito con salsa bechamel. Ahora recuerde su promesa, no puede volverse atrás. Dijo que si eramos presentados usted cedía todos los derechos y apoquinaba la totalidad de las ganancias. Cumpla su palabra o le mando a Duluc para que le explique la revolución francesa y le lea la enciclopedia.
Abrumado, Zanón recuerda su primera juventud. Las novelas de Carvalho eran un referente mestizo de cultura popular y cultura universitaria. Describían un mundo y un país, una evolución de la sociedad. Detecta en el presente una amnesia inducida, una revisión de las lecciones históricas, la manipulación de los hechos realmente ocurridos.
—No, por favor, Duluc no. Acepto.
Mañana madrileña, septiembre. Maruja desayuna en la cocina. El fisio no puede venir. Pretende leer tranquila la prensa, no hay manera. Cierra la red, las redes, y abre el correo, tiene una invitación de los organizadores de la Semana Negra de Gijón. Adora esa literatura. Una característica de los escritores de novela negra en la lectura marujiana de Manolo, el italiano, el griego o Paco González Ledesma, es “la necesidad de estar deprimidos, de ver ¡oh! El horror de la vida. A los personajes todo les sale mal. Carvalho no está enamorado de la puta sino de una rubia estúpida que le pone cuernos. La única que consigue animar a su detective, Brunetti, es una mujer, Donna León”. Cree que las mujeres son mejores conocedoras de la naturaleza humana. Irá a Gijón. Tiene un mensaje de Tonia Calógero. Contesta. Sí, pueden verse antes de ir a Gijón. Sí, estara Marieta, Charo también.
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