Caldo de Carvalho (VI) Es el primo Anselmo

 

 

 

                Es el primo Anselmo                                       



VI



Tonia pasa muchas tardes en casa de la Nuri. Se hacen compañía, chafardean un rato, cocinan y toman te verde. La Nuri lleva un año sin salir de casa. El asesor de una ONG, Osorio, lleva su indocumentación, la orienta. Podrían detenerla, llevarla a un centro de internamiento de extranjeros. Tiene que cumplir dos años de estancia en el país, esperar que se arreglen los papeles de sus padres, los permisos de residencia, el reagrupamiento familiar. Vive en el limbo número catorce, cuarto E, en San Roque, con sus tíos. Osorio rellena cuestionarios, hace preguntas y estadísticas. Es informático de profesión. Cuenta que se hizo voluntario después de un papeleo que acabó en juicio contra una red de tráfico de personas. Siempre insiste en lo mismo, hay que denunciar a la mínima.

La Nuri es prima de Malik, tiene diecisiete años, habla francés, chapurrea castellano y ve telenovelas. Quiere ir a París, graduarse en pediatría, volver a Nador con pasaporte comunitario, poner un consultorio y caminar por la orilla de la Marchica sin miedo al futuro, al rey y a la policía.

Carvalho es tonto. Si se casara con Charo le iría mejor.

Los detectives privados no se casan, Nuri, las mujeres de la calle tampoco y entre ellos menos. Se parecen mucho.

Charo no hacía la calle. Además está retirada y Carvalho se quiere jubilar. Harían buena pareja. Podrían cenar pato a la naranja en la terraza y luego acurrucados en el sofá, ver una película.

Las casadas tienen la terraza llena de trastos Nuri. Y no se acurrucan.

Qué aguafiestas eres, hija. Los detectives y las mujeres de la vida hacen lo que quiera el escritor. O la escritora…Voy a escribir una novela. Se van a casar y serán felices. Tendrán tres hijas, coche nuevo y una casa en la Costa Azul.

Pues no vas a vender ni una. Sin conflicto no hay historia. Como mínimo tienen que tener goteras en la cocina o un cementerio cerca.

Tonia empezó a leer las novelas de Carvalho sin seguir el orden cronológico. La primera fue “Asesinato en el comité central”, luego los dos tomos de “Milenio”. Siguió con “Quinteto de Buenos Aires”; Maradona, tango, desaparecidos.“El Balneario” hizo considerar a Tonia su vegetarianía militante, ahora menos estricta. Se permite probar las albóndigas con salsa tzatziki de su madre o los pappardelle con liebre de su padre. La silueta borrosa de Carvalho ya le resulta familiar aunque solo es descrito físicamente en “Tatuaje”. Empieza a conocer sus costumbres, sus gustos, sus calles y sus manías. Le agrada Biscuter, no tiene un mal gesto, vive en un despacho churretoso, hace la cobertura a Charo y espera que algún día a “su maestro, el señor Carvalho” se le escape un elogio a su comida. La siguiente novela será “La soledad del manager”.

Biscuter convocó la siguiente reunión en la menor de las islas Comoras. Pescadores haciendo por vivir, tráfico de pasaportes, mercado, cocoteros. No han llegado todavía los turistas que harán snorkel, ni lo restaurantes franceses. Mari Luz no prueba la sopa que ha cocinado biscuter en una hoguera, atiende a Maruja. La escritora periodista, o al revés, hace balance de los objetivos cumplidos. Se están cumpliendo los plazos. Marieta aprieta, tiene urgencias, no le gustan los imprevistos. Quiere más, siempre quiere más.


En fiestas, con las calles petadas, ejerce de vecino malasañero el escritor más negro de la capital, Juan Madrid. El alcalde, yerno ideal del franquismo, y la presidenta de la comunidad gracias a la compra de diputados, controlan la ciudad. Madrid es el paraíso del pelotazo, del saqueo de lo público. Pasaron. Y se han quedao. A bailar sobre el ladrillo.

En los tugurios nocturnos, antros con luminosos a los que siempre falla alguna letra, se mezclan aguas pestilentes. No vienen de la sierra. De día, Juan Madrid y Moré, el abogado polaco, pasean entre Daoiz y Velarde. Hablan con frases cortas hasta que doblan por San Andrés. En Casa Camacho huele a boquerones en vinagre. Entran y piden vermú con seltz.

Aquí somos muy realistas, muy de Galdós y Baroja. Me gustaría contar en prosa poética, sin el sonajero del que hablaba Marsé, cómo la caballería roja baja al galope por esta calle y Budionny señala con su sable el barrio de Salamanca. Pero no soy cosaco, ni ruso, ni constructivista, ni contemporáneo de Lenin. Cada uno cuenta lo que tiene delante. A mi alrededor veo los bajos fondos de Madrid cervantinos, goyescos, llenos de pícaros, majas y cabrones. Para Montalbán, un poeta, la revolución acaba con el suicidio de Maiakovski. Para mí, con la ejecución de Babel.

Suicidio y ejecución. No parece un final feliz.

El final feliz es en los musicales, los detesto, me dan alergia. El caso es que tengo prisa. ¿De qué periódico dice que es usted?

Soy abogado. Vicent Moré. Me manda Carmen Balcells. Vengo por lo de Carvalho. Acabo de estar con Toni. Dice que Carvalho no existe.

¿Qué quiere?

Yo otro vermú. Carmen Balcells saber de Carvalho. ¿Montalbán le contó algo sobre el detective? ¿Puede ser que se inspirará en una persona real?

Manolo era de pocas palabras. Una cosa sí recuerdo. Me explicó que Carvalho es un apellido portugués, en gallego sería Carvallo. Creo que se lo cambió su padre, harto de ser español.

¿Conoce algún detective portugués?

Vivo no. Pessoa escribía novelas negras pero no terminó ninguna. Su detective debía ser un inútil. Abilio Quaresma creo que se llamaba. Para todo lo que tiene que ver con Portugal pregunto al Trini, un inspector joven de la comisaría de Vallecas. Su madre es portuguesa. ¿Qué hora tiene?

No tengo. Serán cerca de las dos.

Pues encantado de hablar con usted. Hasta la próxima. Dé recuerdos a Carmen.

Moré con la frase en la boca y el vermú a medias canturrea Cabaret. No acaba bien. Mañana pasará la Nochevieja con Dolors y Vania. El vuelo de vuelta es a las diez de la noche. Puede que esté paralizado el aeropuerto y coja el último tren. Hay tiempo para comer y darse una vuelta por Vallecas.

Vázquez Montalbán insistió a finales de los noventa en el olor a gamba que impregnaba Barcelona. Los mocos invernales y un trancazo impiden a Moré captar los olores madrileños. Busca Atocha. Según las pocas nociones que tiene está cerca de Vallecas. Después de una caminata encuentra el Manzanares. Reconoce que se ha perdido y su seguidor no. Sube a un taxi y se planta en la puerta de la comisaría vallecana. A punto de entrar le parece poco serio preguntar por “El Trini”. Estira la americana, se peina con las manos y ajusta el nudo de la corbata. El cristal de la puerta le devuelve la imagen de alguien que ha dormido en un cajero. Respira hondo y entra como si tuviera a un cliente detenido.

Buenas tardes. Soy abogado. Querría hablar, si es posible, con un inspector llamado Trini.

El agente evalúa la situación durante unos segundos. Observa con disgusto una gota brillando en la punta de la nariz del señor que lo ha abordado en el pasillo. Huele a vermú.

Su documentación por favor.

Desde luego. Aquí tiene. Lo primero es lo primero.

Es un error limpiarse los mocos con la manga pero el pañuelo del bolsillo está momificado. El agente lo mira fijamente.

¿Se encuentra bien?

Estupendamente. El invierno que me ha cogido por sorpresa.

El inspector Trinidad Ramalho no está. Si me explica lo que quiere puedo atenderle.

Uff… Es muy largo de contar, le aburriría y no creería una palabra. Puedo darle mi número, si fuera tan amable de pasárselo al inspector le estaría muy agradecido. Dígale que me ha hablado de él Juan Madrid, el escritor. A las diez cojo un avión. ¿Podría cargar aquí el teléfono? Lo tengo sin batería.

Un poco más abajo hay un bar. Tómese algo caliente y pregunte al camarero. Daré el aviso. Buenas tardes.

Obedece, cruza la calle, pide un carajillo y permiso para cargar el móvil. No ha comido. Hay un poster gigante del Madrid de los setenta. Debajo del As y del servilletero, encuentra una carta descolorida con platos combinados. Pide un cuatro. Las salchichas de Frankfurt verduzcas y las patatas fritas blandurrias le resultan familiares. El huevo frito tiene amarillos que harían vomitar a un sargento de la legión. Lo ahoga todo en kétchup y mostaza. Para quien cena sopa de tetrabrick, empanadillas congeladas o tortilla precocinada a diario, aquello es comida casera. Cuando el pan chicloso revienta la yema se hace la oscuridad. Un pívot de tres cuerpos con la cabeza rapada, pendientes, botas camperas y chupa de cuero negro, cierra todo su ángulo de visión.

Soy Trinidad Ramalho. Me han dicho que quería verme. Usted dirá.

Vicent Moré.

No, por favor… No me de la mano.

Disculpe. Me sabe mal… Juan Madrid me habló de usted. Verá, vengo de Barcelona enviado por Carmen Balcells, una agente literaria muy importante. El ministro Rubalcaba puede hablarle de ella.

Claro.

El caso es que la interpol, supongo que lo puede comprobar, ha emitido una orden internacional de búsqueda de Pepe Carvalho, un detective privado. Desapareció en 2004. Tiene una hija en Los Ángeles. Yo me encargo de coordinar todo. El comisario Salmorejo anda detrás. Luego está Rigalt i Mataplana, un notario amigo de Pujol ¿Me sigue?

Lo intento. Me distrae el olor a carajillo. Hágase un favor, no coma eso y váyase a dormirla.

No se deje engañar por las apariencias, soy un prestigioso abogado y me gano muy bien la vida. Noto cierta desconfianza, joder. Compruebe, compruebe, consulte a sus superiores. Es un caso prioritario. Puede estar en riesgo la unidad de España. No es que me importe, por mi si España que españe, pero hay gente que... Mire, haré lo siguiente, voy a llamar al director general, tengo su teléfono personal. Personal. ¿Entiende?

El Trini se pasa la mano por la nuca intentando estimular su capacidad de decisión. El nota parece inofensivo. Lo estudia. Moré marca en el teléfono con los dedazos como si entrara a matar. No puede negarlo, le pica la curiosidad.

Señor Mesquida, buenas tardes. Sí, efectivamente, Moré…No, novedades ninguna. Verá estoy en Vallecas, en la comisaría, con el inspector Trinidad. Un hombre amabilísimo. El caso es que, y yo lo entiendo, no me da credibilidad. ¿Sería tan amable de….? Sí, sería de gran ayuda. Se lo agradezco…No, no será necesario. Le paso.

Le alarga el teléfono y el Trini no lo coge. No parece dispuesto a participar en una comedia.

Una voz al otro lado del aparato. Podría ser el obispo de Cuenca. Me está haciendo perder el tiempo.

Moré vuelve a colocarse el teléfono en la oreja.

No quiere. Piensa que estoy haciendo broma…De acuerdo. Gracias otra vez, a su disposición.

Guarda el teléfono. Ve a un inspector joven y desconfiado, a punto de perder la paciencia. Le parece natural, la confianza no es un atributo policial. Si fuera uno de los de antes ya le habría amenazado con calzarle un guantazo. Las generaciones nacidas en democracia tienen más escrúpulos. No ha decidido todavía como clasificar al Trini. Ve en sus ojos el hartazgo. El inspector le pone el brazo en el hombro y susurra.

Vamos a dejarlo pa prao, tengo cosas que hacer. Cuídese.

Ejemplar. Un comportamiento exquisito. Trinidad Ramalho ha pasado a su lista de inspectores favoritos. En el plato ve formas y colores. Unta y traga. El efecto es inmediato. La jornada en Madrid se le está haciendo larga. Necesita ir al váter y meditar allí. Las condiciones higiénicas del servicio son aceptables aunque tiene que pedir papel en la barra. Los clientes no lo miran bien con el rollo en la mano.

Sentado y concentrado se pierde en el espacio/tiempo. Lleva una vida algo desordenada, así no puede seguir. ¿Por qué no? No tiene contestación. Dolors está curada, no depende de él, no le necesita para nada. Sin padres, ni hijos, no tiene responsabilidades. Si dejara de beber y fumar viviría más tiempo. Enciende un cigarro. Fumar sano, no es. La droga es peor. ¿Qué droga es peor? El pegamento. No inhala pegamento. Es un tanto a su favor. Las guerras del opio fueron por los puertos. A los chinos les encanta el té. El lunes tiene que ir al psiquiatra. El lunes es fiesta. Tira el cigarro a la taza, se limpia ahorrando papel, aprieta el botón de la cisterna, se sube los pantalones y se lava las manos.

Al salir le miran peor que al entrar. Pide un té para saber a qué sabe. Ramalho Da Costa, al lado de la máquina de tabaco, le observa temeroso. Puede que vuelva a intentar darle la mano.

A Trinidad Ramalho Da Costa, el inspector de policía que estudió filosofía, le asaltan las ideas de Wittgenstein, las cosas lógicamente posibles. La llamada del director general de la policía el día que ETA revienta el aeropuerto para pedirle que colabore en la búsqueda de un personaje de ficción, le lleva al terreno de lo absurdo. Ahí no se desenvuelve con naturalidad. En la universidad no le explicaron mucho sobre el pensamiento irracional. Recuerda un dato perturbador, Wittgenstein y Hitler coincidieron en la escuela secundaria de Linz.


Cuénteme otra vez esa historia Moré y dígame que puedo hacer por usted.

La explicación es prolija. El Trini escucha imperturbable con un par de vistazos al reloj. Cuando Moré empieza a hablar en círculos y menciona la enfermedad de su hermana, lo para.

Carvalho es un apellido común en Portugal. Significa roble. Los hay por todo el mundo. Miles en España y millones en Brasil. De ahí no va a sacar nada, gallegos con raíces portuguesas hay a dolor y al revés igual. Tengo leídas las novelas de Montalbán. Tendría que consultarlo, pero su segundo apellido tiene más interés porque unas veces era Tourón y otras Larios. Mire Moré, Toni Romano conoce su trabajo. Si no encontró nada es muy posible que no haya nada. Tenemos Madrid boca abajo buscando a los que han volado el aeropuerto. Gente con asesinatos de verdad y que pueden estar en este barrio. No puedo ayudarle.

Entiendo Ramalho, entiendo. No lo molesto más, siento haberle hecho perder el tiempo, muchas gracias…Ah, joder, ¿conoce a ese señor del coche negro en la acera de enfrente?

Del Audi baja, al segundo intento, el comisario Salmorejo. Dirige sus pasos disparejos hacía el bar. Entra con una sonrisa que parece una disfunción. Se acomoda en la barra.

Puede marcharse Ramalho. Yo me ocupo de Moré.

El Trini no se mueve. Salmorejo no es su jefe. No tiene que darle permiso ni órdenes para irse o quedarse. No le gusta que conozca su apellido.

¿Le ha contado aquí el amigo que está buscando a un personaje de novela y tal?

Moré enciende un pitillo. Da una calada honda y bosteza. Se pasa la mano por la cara antes de hablar.

Hablábamos del Madrid ye-yé. ¿Sabe el ministro que estás aquí? ¿Le llamo?

Creí que lo de Ramalho era el boxeo. Deja tranquilo al ministro que bastante tendrá que hacer. Llevas un día muy entretenido, abogado. No encuentras nada ¿eh? Te voy a dar una primicia, tu jefa te va a despedir por inútil y por hacer el gilipollas. Llevas meses gastando pasta y lo único que sabes es que Carvalho es un apellido portugués. Tengo unos cuantos videos tuyos haciendo el ridículo, pom pom, pom pom. Con eso, las facturas que pasas a la agencia por no hacer nada y el cheque que le has dao hoy al Toni, te vas a tomar por culo.

Moré se dirige a Ramalho, que asiste a la conversación como si fuera un partida de ajedrez.

Éste presume de comisario pero es técnico de sonido. Lo graba todo para chantajes y cosas de esas. Hace informes a la carta. Se inventará uno sobre Pujol y lo firmará Carvalho.

Qué listo eres. El caso es que no van por ahí los tiros, abogado. ¿Has leído Masa y poder? No, tú sólo lees el Mundo Deportivo y tal. Tengo amigos en la CIA, esos saben cómo funciona el poder. Los informes que necesito me los darán ellos. Tienen ficha de Carvalho.

Amigos en la CIA. Venga, Salmorejo que nos conocemos, joder. Mandas que me vigilen, ¿Para qué? Tienes menos que yo. Tus fuentes de información son el Google y los seguratas de los puticlubs que habéis montado.

Me subestimas Moré, no trabajo sólo. Lo digo por tu bien, podemos colaborar, no seas cabezón. ¿A ti que más te da?

El Trini se hace una composición de lugar. Salmorejo va por libre. La información, fuera de los cauces oficiales, sirve para comerciar o extorsionar. Moré anda a tientas. Busca a Carvalho por encargo y no parece que tenga mucho que ganar ni que perder. Se reconcilia con Wittgenstein. El pensamiento es lenguaje y el lenguaje tiene una gramática. Los enunciados del comisario son todos dudosos, su gramática es parda. En una conversación de pocos minutos el comisario ha desvelado varios delitos. Lo acaba de conocer y ya le cae gordo. Trinidad Ramalho Da Costa se levanta. Desde la altura mira al comisario. Se despide de Moré con un apretón de manos.

Le mantendré informado de lo que me ha pedido. Le llamaré.

Salmorejo rumia más que masca, algo que lleva en la boca. Niega con la cabeza. Ramalhito, Ramalhito.


















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