Caldo de Carvalho (XV) De París las ratas

 

 

 

                                   


                          

     

XV



La nena se llama Lole como la abuela, lo eligió la Rebe. Van pasando los meses y el Josito ya se atreve, con cara de susto, a cogerla en brazos. Tiene buen pronóstico, la falta de oxígeno fue moderada. Hay que esperar. Sonríe cuando oye cantar a su madre. El Cholo parece otro, se ha apañao una furgoneta. Es vieja de cojones pero el motor suena de puta madre. De milagro está en la calle, los maderos siguen buscando. Uno de los que andaba con él liándola por ahí, le ha entrao un par de veces para un palo. No ha tragao. Es la Rebe que tiene no se sabe qué. Cuando le pone morro, el Cholo achanta. Ahora le ha dao por la mecánica, desguaza motos viejas, vende alguna pieza y siempre está lleno de grasa. Dineros, pocos. Dice que ya le vendrá un golpe de suerte. Algún día venderá los hierros del viejo que están todavía en la carbonera. Josito el lechuga sigue echando humo, el puto fósil del Méndez ha estado preguntando en el Júpiter.


En Barcelona Tonia está descolocada, fuera del juego, fuera de la agencia, a la intemperie. Habla Malik. No te preocupes. Cuéntame otra vez el viaje. Encontrarás trabajo, es una maldición. No te preocupes. La escollera, las olas. Humo. No te preocupes. Silencio. Vuelve a casa preocupada, a pie, mirando al suelo sin música. Cambia de humor al doblar la esquina de su calle, justo delante del portal su padre gesticula. Hay alguien con él que rie. Parece...¡Duluc!

Duluc ha llegado con la alegría puesta, Nana y Aldo lo celebran con vino griego y tomates rellenos. Ha encontrado a Biscuter, ahora es Monsieur Plegamans y tiene estrella Michelín. Ya no importa. Aldo enchufará la guitarra olvidada y cantarán canciones memorables. Duluc trae noticias, de esas que cambian vidas. Trabaja para Biscuter. Es un decir, Duluc y el trabajo no se llevan bien. Él dice que son socios.


Solo y desarmado frente a un botillo con berza, patatas y una botella de vino, el Trini espera a Asunción. Tarda en llegar, puede que no llegue, está enfadada. Sabe que cada vez que él pide una baja se va de Madrid, le cuenta un cuento sobre la necesidad de un nuevo salto en su relación y el beneficio para los dos de un descanso. Asunción entenderá que, una vez más, y ya está harta, necesita tiempo libre para irse a explorar y meterse en un lío peligroso.

Las historias sobre Salmorejo corren por las comisarías. Trinidad Ramalho da Costa está dispuesto a jugarse lo poco que tiene en la cuenta del banco contra un café, a que Salmorejo y sus comisarios han cometido delitos suficientes como para pasar más años en la cárcel que el inocente Conde de Monte cristo. Las paisanas y los paisanos de la cuenca minera asturiana, en la que creció, son expertos en detectar trampas, en transmitir la desconfianza hacia el poder, qué poder no importa. El Trini sabe que no es nadie para enfrentar por su cuenta a los comisarios salvajes y toda esa gandalla, respaldada con medios y dinero. Tiene conciencia de ser un humilde peón. Los peones también juegan y suelen abrir la partida. Hasta luego, Asunción, un día volveré.

Ramalho suele utilizar una práctica policial básica cuando se llega a un punto muerto, menear la caja de los ratones. Está en Barcelona, ha localizado una casa en Vallvidrera. Es discreta, blanca, de dos plantas, con ventanas de aluminio y rodeada por una valla de carrizo. Tiene fácil acceso. No hay vecinos cerca. Se alquila. El cartel amarillea y el teléfono es de un particular. El carrer del Parc de la Budellera, una carretera estrecha, larga y llena de curvas, tiene poco tráfico. Puede valer. Ramalho se presenta como lo que es, un policía. En la rápida visita comprueba los accesos a pie y en coche, revisa la franja de pinos trasera, se asegura de que la electricidad está conectada, estudia las cerraduras y entra a la negociación. Pone alguna pega. Sugiere pagar el alquiler de una semana y esperar acontecimientos. La casera acepta. Al Trini no le sobra el dinero. Las perras no son su prioridad, si lo fueran aceptaría sobornos. Quita la cadena de la entrada, retira el cartel y mete el coche en la pequeña parcela dejándolo visible. Se instala, deja las luces y la televisión encendidas, cambia la tarjeta del buzón exterior. El nuevo inquilino se llama José Carvalho Tourón. Aparta el reflejo de llamar a Asunción, ignora las ganas de escuchar su voz. Consulta en el periódico los números de contactos. Charo, según sus cálculos, debe estar por encima de los sesenta y cinco. Madura fogosa le cuadra. Marca.

Hola cariño. ¿Qué puedo hacer por ti?

Algo especial. Necesito que te llames Charo, me llames Pepe, seas morena, me acompañes a cenar en un restaurante y subas a pasar la noche conmigo en Vallvidrera.

Me llamo como tú quieras, Pepe. La noche completa son doscientos, el taxi y el tinte aparte.

De acuerdo, Charo.

El Trini es cuarenta años más joven que Carvalho, Charo podría ser su madre. Necesita un doble creíble del detective. Ha recorrido el parque del Turó buscando jubilados. Enfrente, con los brazos cruzados sentado en un banco, tiene a la víctima perfecta. El único problema es un perro pastor al que su dueño llama Merkel. Decide ignorar los ladridos.

Me encantan los perros. ¿Cuantos años tiene?

¿Quién?

El perro.

Ni idea, no es mío. Es policía.

¿El perro?

Usted. Lo he visto merodeando.

El Trini enseña la placa.

Hostia puta. Me ha caído mal nada más verlo. Estoy limpio, déjeme en paz ¿Le envía Méndez?

No se preocupe, no estoy de servicio. Quiero proponerle algo.

El jubilado suspicaz le hace al Trini un escáner. Mira a los lados, al suelo, al cielo, al animal, otra vez al Trini.

Al perro ni tocarlo, es de un coronel. Tiene muy mala hostia.

¿El perro o el coronel?

Usted. Busca ancianos indefensos.

El Trini se sienta en el banco. El perro gruñe. Ramalho utiliza su tono más amigable y miente.

Necesito ayuda, no conozco a nadie en Barcelona. Si usted pudiera cenar con una señora esta noche y acompañarla en el taxi hasta su casa yo pagaría los gastos y sobrarían cien euros.

¿Un madero que no conoce a nadie en Barcelona? No vuelvo a este parque. Váyase, no me moleste o llamo a la policía.

Doscientos. Se llama usted Pepe Carvalho, ella Charo. Cenan, toman algo, se dan un paseo por donde le indique, suben a Vallvidrera y se va. Doscientos, cena y taxi.

Trescientos. Pepe Carvalho...Me suena. Cobro por adelantado.


El Pepe y la Charo puestos en circulación por Ramalho Da Costa, el Trini, han pedido en Can Lluís pierna de cordero rellena, han bebido martini seco en Boadas, donde Montalbán celebró la muerte de Franco, y después de recorrer amarraditos los dos, la rambla y el Raval, han cogido un taxi en Colón para subir a Vallvidrera. Los espera Ramalho en el carrer del Parc de la Budellera. La pareja despide al taxista y entra en la casa. El falso Pepe recoge a Merkel, que no ha parado de ladrar en la parte trasera y desaparece. Charo desconfía. El Trini la invita a sentarse y enciende la chimenea. Interpreta a su manera al Carvalho real, ha elegido para la ceremonia o exorcismo, un libro de españología, Gárgoris y Habidis de Sánchez Dragó. Hojea el ejemplar leído en un tiempo lejano e inocente. “La memoria es selectiva, y a menudo construimos nuestra propia versión de los acontecimientos basándonos en nuestros propios intereses y perspectivas”. Arrima el Trini lumbre al libro. Charo se sorprende por la desacostumbrada perversión de su cliente. Acepta un dedo de whisky y espera. El Trini explica la situación.

No va a ocurrir nada, no te preocupes. ¿Has oído hablar de Pepe Carvalho?

Nunca he oído hablar de nadie. Era la primera lección en la academia de putas.

Carvalho era detective privado. Tuvo una relación sentimental con Charo. Están los dos desaparecidos. Ahora mucha gente los busca, suponen que Pepe tiene algo interesante. A mí me interesa saber quienes son ellos, los buscadores. Carvalho vivía aquí, en Vallvidrera y Charo vino muchas veces a pasar la noche con él. Espero que el taxista o alguien haya tomado nota de vuestra presencia en los sitios que frecuentaban y vaya con el cuento a quien corresponda. Eso es todo. Ponte cómoda, descansa, elige habitación o el sofá si prefieres, pon la televisión, haz lo que te apetezca. En la cocina hay algunas cosas por si las necesitas, aquí hay bebidas y fruta. Mañana marchas a la hora que te venga bien y ya está. ¿Tienes alguna duda?

Es la pregunta más estúpida que me han hecho en este oficio. Tengo millones de dudas. Una cosa me ha quedado clara, soy un cebo. ¿Tú donde vas a dormir?

No voy a dormir, estaré fuera. Entraré cuando amanezca. No hay peligro. No va a venir nadie, es la primera noche, pasarán algunos días antes de que se corra la voz, supongo. Y si viene alguien será solo para husmear. Puedes estar tranquila.

No estoy tranquila desde que tenia nueve años. ¿Dónde dormía Charo?

Carvalho no vivía en esta casa. Es lo más parecido que he podido encontrar.

Ramalho ha elegido un punto alto frente a la entrada desde el que domina el contorno y los accesos. Se abrocha la cazadora apoyado en un pino con la sensación de estar perdiendo el tiempo. Por la carretera pasan de largo un par de coches en la primera hora. Luego ninguno.


Los primeros que fueron a meter la nariz en Vallvidrera, una pareja, llamaron al timbre a las once de la mañana. Nadie contestó, dejaron algo en el buzón y siguieron camino. El Trini había visto antes el audi negro que aparcó en la puerta. Salmorejo se plantó junto a la valla y empezó a dar pequeños paseos. A la media hora, cuando se aburrió, entró al coche y siguió a la espera. No se ocultaba. Por la parte de atrás un bulto lento hizo palanca en la puerta del patio que daba a los pinos y entró a la casa. Salió al cuarto de hora por el mismo sitio, sin que Salmorejo se diera por enterado. Un coche de la guardia civil pasó tres veces disminuyendo la velocidad al llegar al lado del audi del comisario. Una furgoneta blanca sin distintivos paró a cincuenta metros y dos operarios empezaron a trabajar en una torre de la luz. Una patrulla de los mossos de escuadra aparcó junto a la furgoneta y les pidió la documentación. Un coche con el logotipo de google recorrió muy despacio el tramo haciendo fotos y un helicóptero amarillo revoloteaba en círculo sobre la casa. Ramalho grabó videos de todo. Saludó al comisario Salmorejo a la vez que recogía el correo.

Buenos días, comisario. ¿Investigando el asesinato de Moré?

Hostia, Ramalho. ¿Ya no estás en la comisaría de Vallecas?

He preguntado yo primero. Aparte el coche, me vuelvo a Madrid. ¿Un café en el pueblo?

Claro, te sigo.

Entre la furgoneta, los mossos, la pareja, la guardia civil y los coches de Salmorejo y el Trini, aparcar en el centro de Vallvidrera estaba complicado. Dentro del único bar disponible Ramalho identificó al hombre que había entrado en la casa por detrás, en un rincón de la barra con una copa de coñac. Salmorejo seguía con la comedia. Dos cafés cortados.

O sea que aquí tenemos a Pepe Ramalho. Carvalho y Ramalho, los dos medio portugueses y medio gilipollas. ¿A qué juegas, Ramalhito?

Al veo, veo, comisarín. Y lo que veo no me gusta.

Ya. Y...¿a quien le importa lo que te guste a ti?

A a mi quiosquero. Lo que no me gusta es que maten abogados.

No jodas Ramalho, no te hagas el justiciero conmigo. No tengo nada que ver con eso.

Puede.

El bebedor de coñac se ha ido acercando. Es muy mayor y tiene la cara congestionada.

Si no les molesta querría saludarles, soy compañero. Me llamo Méndez. Creo que buscan a Carvalho y hay entre ustedes algún resquemor. He oído sin querer, mencionar al abogado Moré. Un caso interesante. Lo llevan los inspectores Contreras y Lifante ¿Los conocen? Grandes profesionales, santos mártires. Lifante detuvo a Carvalho en su día.

Salmorejo sacó una libretita. Pasó las páginas y se detuvo en una.

¿Méndez? ¿Usted no investigó el asesinato de Canalejas?

Detuve en aquel caso a Pepe Isbert, fue una confusión. No me lo tome en cuenta, estaba empezando. ¿El comisario Salmorejo, verdad? Se dicen muchas cosas de usted y su labor patriótica. Un ejemplo para la juventud. ¿De qué conocía a Moré?

¿Está trabajando inspector?

No, confraternizo. Verá, usted conocía a Moré. Al día siguiente de entrevistarse con el abogado de Rigalt i Mataplana a Moré lo matan en su casa, y otra vez al día siguiente, asesinan a un confidente de Lifante y Contreras, amigos suyos. Trepidante...¿no le parece?

El Trini prefiere escuchar a intervenir. Abre el sobre del buzón. Es una carta, escrita a mano, dirigida a Trinidad Ramalho Da Costa. Lee las cuatro lineas. Firma Biscuter. Vuelve a guardarla. El comisario Salmorejo remueve en la boca algún resto de comida.

Acojonante, Méndez, ya no hay policías como los de antes. Y su conclusión es…

Que la frase “ya me encargaré yo de que se calle” le sienta como un traje, comisario.

Hace Méndez ademán de dirigirse al camarero. El Trini se adelanta.

Acompáñeme Méndez, el comisario tendrá cosas que hacer. Quiero enseñarle algo.

Las alturas de Vallvidrera afectan los pulmones de Méndez. Tose y maldice a la vez. Ha subido en autobús y no pone inconveniente a Ramalho para que lo devuelva a su hábitat de animal en peligro de extinción. Ramalho le pasa el papel, Méndez enciende un puro y lee.

¿Plegamans sabe escribir? ¿Port Bou? ¿el memorial de Walter Benjamin? No quiero suicidarme, joven. Soy alérgico a las playas y a las fronteras.

¿Viene o no? Voy para allá.

¿Ramalho ha dicho que se llama? Oiga, no viajo con desconocidos...de acuerdo, haré una excepción. Hace ya más de media hora que lo conozco. Una vieja amistad nos une. Pero no se propase, con esta pistola maté a Liberty Valance.

Frente a la cala de Port Bou, en el memorial de Walter Benjamin, espera un hombre de mediana edad, fumando algo que huele a hierba.

Salud, inspector Ramalho y la compañía. Soy Patrick Duluc. Me envía Monsieur Plegamans.

Méndez mueve el humo con la mano, tose y enciende un puro mediado.

Un petafumeiro. Mal empezamos.

Ah, sí, excuse-moi, en cuanto acabe lo tiro. ¿Están ustedes al tanto de la inclusión de cette memorial en la literatura Carvalhiana? ¿no? C’est pas grave, no es necesario, el simbolismo es très francés. Como saben los papiers de Pepe Carvalho son muy buscados. Una parte está aquí, la carpeta de Salmorejo. A su disposición. À la prochaine.

Duluc entrega una memoria electrónica a Ramalho, se da la vuelta y se va, silbando por Mompou la cortinilla de Radio Nacional de España. De espaldas tira la colilla. Méndez no está conforme con la escena.

¿Dónde cree que va? Oiga...haga el favor.

¿Oui?

Ni güí, ni güó. Documentación.

Oh la la, les flics. Voilà.

Francés ¿Eh? Mire, Mesié Duluc, o se explica en condiciones o duerme en comisaría hasta que abramos la cosa esa. ¿Entiende?

Puede detenerme. ¿Y qué gana con eso? Rien du tout. Hay más carpetas. Si no le interesan…

¿Dónde está Plegamans?

He conocido a Monsieur Plegamans a París. Él me ha donné esto para el inspector Ramalho. C’est tout.

Déjelo Méndez, ya le he tomado la matrícula. Au revoir Monsieur Duluc, à bientôt.


Ramalho y Méndez pasean por la escollera a modo de despedida. El Trini vuelve a Vallecas, puede que Asunción conteste a sus llamadas. Méndez también cree en los milagros.

No pasará usted de inspector, Ramalho, no se meta en hipotecas. Llámeme cuando sepa algo.

No se preocupe, lo tendré en mis oraciones.

¿Qué va a hacer ahora? Tiene futuro pero no se lo crea, todo consiste en pagar deudas y enterrar a los muertos, lo demás es una estafa.

Creo que voy a comprarme una cometa. ¿Seguirá con lo de Moré y el confidente?

Claro. Ya le digo, hay que enterrar a los muertos, si no, se enfadan.


























     







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