Caldo de Carvalho (X) Movimientos circunstanciales
X
Lifante se fijó a través del cristal en su compañero Contreras, parapetado detrás de montones de papeles. No acababa de acostumbrarse a leer en el ordenador. Escuchó su silbido repitiendo una ranchera. Decidió amargarle la mañana.
—Que sí, que sigues siendo el rey, Contreras. Aprovecha, te queda poco, el año que viene tu trabajo lo harán los mossos. Hay un señor mayor que va a venir a verte. Trátalo con cariño, es muy sensible.
—¿Quién?
Lifante, apoyado en el quicio de la puerta, giró la cabeza.
—Ahí viene. Asómate tu mismo. Te va a encantar.
Contreras no se movió. No le gustaron las gracietas ni el tonito de Lifante. Algo le dijo que su conocida jeta de cabrón iba a ser necesaria y se la puso. Oyó toses cavernosas. Asomó el inspector más viejo de Barcelona.
—Hostia, Méndez. No sabía que estuvieras vivo.
—Yo tampoco, pero si me siguen pagando debo estarlo. A vosotros os veo bien, calentitos, en las mesitas, con el cafetito. Pareceis canónigos.
—No empieces ¿Qué quieres?
—El comisario me ha cargado el muerto del destornillador. Dice que no sabéis nada.
—Y tú sí. Cuenta maestro que voy a coger apuntes.
Méndez sacó del bolsillo el periódico y lo tiró encima de la mesa. Se sirvió agua y bebió para tragar unas pastillas.
—Dice La Vanguardia que al abogado ese que lleváis vosotros le dispararon con una recortada y escapó en moto. Lo único llamativo es que trabajaba para Balcells, buscaba al Pepe Carvalho y ofrecía dinero por la información.
—Hasta ahí llegamos, Méndez. ¿Eso tiene que ver con lo tuyo?
—Tú detuviste a Carvalho ¿No?
Lifante afirma con la cabeza.
—En el 2000, sí. Por asesinato. ¿Y?
—El Toto era confidente vuestro ¿No?
Contreras se tensó. Eso es confidencial.
—¿De dónde sacas eso?
—En el Chino lo sabe todo el mundo. Me lo han contado unos por las buenas y otros no. Se ha celebrado, dicen que era un mal bicho.
—Ah...En el chino. Voces autorizadas ¿Qué más te han dicho?
—Que no me fie de vosotros. No hacía falta. Desconfiar es para mi un sacramento. ¿De qué os informaba?
No contestaron. Contreras se levantó con señales de fastidio y dejó caer sobre la mesa una carpeta. Méndez no la miró.
—Conozco la foto y el historial. Quiero saber por qué os matan a un informador y me lo pasáis a mí.
—Para que te entretengas. Haz tu trabajo y deja de tocarnos los cojones.
—Varias señoritas profesionales, aparte de hacerme una descripción hiriente de vuestros cojones, me han contado que estuvisteis con él de juerga en un hotel y que había un comisario. ¿Quién era?
—Vete a la mierda.
El inspector Méndez sacó la marca de la casa, las pupilas como ojos de alfiler. La mirada de serpiente vieja.
Baja Tonia de casa de la Nuri tarareando una de Ruibal: “Debutó en París, la flor de Estambul… ¿Y quién no da la vida por un sueño?”. La Nuri ha leído su proyecto de novela haciendo las voces de los personajes. Charo y Carvalho se casan por lo civil una tarde con olor a romero, llena de niños jugando y geranios en los balcones. Cenan en la cubierta de un barco alquilado bajo la luna brava de Sa Tuna. Fuster, vecino y gestor de Pepe, llega con un profesor, Sergio Beser, catedrático de literatura, “setenta y ocho kilos de mala leche pelirroja”. Biscuter se ha esmerado con un menú memorialístico: Consomé a la brunoise, bullabesa de chatka, bacalao a la gallega, montaditos de pescado frito, frío, con pimiento, berenjena y el pan con tomate, centollo con caracoles y rabo de buey. Charo y sus amigas no paran de mojar pan y alabar a Biscuter, el rey de la noche. Se lo rifan, la andaluza le guiña un ojo azabache. Vinos y licores son cosa de Pepe: Blanco del Ródano, Oporto de doce años, tinto Valbuena, clarete de Cigales, whisky de malta y ron cubano de quince años. A las cuatro de la mañana, después de una conversación irónico metafísica entre los señores, con carcajadas y frases dinamiteras de las señoras, una lancha recoge a los invitados borrachos. Charo y Pepe se quedan a dormir en el barco. Al día siguiente zarpan rumbo a Cerdeña. Saben cuando empieza el viaje. Cuando termina no.
Tonia aplaude a la Nuri la documentación gastronómica. Opina que faltan postres y unos habanos. Echa en falta un libro ardiendo. Mejor una enciclopedia entera, los más de cien tomos de la Espasa. Un día es un día.
La Nuri necesita salir, tomar el aire. Tiene ojeras, está pálida. Lleva muchos meses sin pisar la calle. Sus tíos son buena gente, en eso ha tenido suerte. Osorio intenta animar, repite otra vez la cantinela. Aguanta, Nuri, ya queda menos. Un par de meses y podrá probar lo que exige la ley, su permanencia continuada en España durante dos años y que sus tíos cumplen los requisitos económicos. Osorio entró en contacto con la policía por unas denuncias. Les interesó la información que manejaba y su acceso a los inmigrantes. El siguiente paso fue el CNI. Le propusieron una reunión y empezó a trabajar para ellos. De novato le pagaban por la recolección de datos, según él, cuatrocientos euros. En un par de años montó una red de informadores en África. Manejaba, según él, un presupuesto de quince mil euros. Su sueldo, según él, era de cuatro mil. Pasó de la inmigración al islamismo. Marruecos, Siria, los países del Sahel.
A Tonia le gusta hablar con su padre porque mezcla idiomas y acentos. Se equivoca cada tres palabras y nadie lo entiende. Las cosas son interdidas, las forestas se brulan o hay que tomar la diversión para salir a la autorruta. Habla todos mal menos el italiano. El mejor trabajo que ha podido encontrar es el de conserje en el camping “el Carlitos”. Ha pedido permiso para acompañar a Tonia al aeropuerto. En el trayecto Aldo balbucea ideas sobre la aventura de Tonia y se compromete a encontrar a Duluc. La última vez que supo de él vivía en Nanterre, a media hora de París. No tiene móvil, ni dirección fija. A Aldo le preocupa más el asesinato de Moré, su hija no debería estar mezclada en asuntos peligrosos. No se lo dice, sabe que no quiere escucharlo. Nana ha preparado una fiambrera para el viaje, empanadillas de pisto y un bocadillo de tomate seco, berenjena y parmesano. Aldo se despide de Tonia lloroso en el aparcamiento del aeropuerto con dos besos y un abrazo fuerte. Podría hablar italiano pero se empeña en mezclar.
—Haz atención. Prende cura de ti. Ciao.
En la puerta de embarque espera Simón Mendiño excitadísimo, va a conocer Cuba y a sus primos lejanos. Tonia se sorprende al ver en silla de ruedas a la jefa. Dicen que quiere vender la agencia. Leonardo Padura no es un autor de la casa, la Balcells le manda un regalo, sus mejores deseos y una carta prospectiva. Mendiño escucha las indicaciones como un murmullo de fondo apagado por las olas rompiendo contra el Malecón. A los gallegos se les ponen los ojos de color Finisterre cuando oyen hablar de Cuba. Montalbán pudo haber nacido en La Habana. Su padre emigró allí a los quince años, fue mozo de clínica. Mendiño sabe por su familia que la conexión entre la rías gallegas y el Caribe es antigua y especial. Tan especial como la que tuvo, explica a Tonia ya sentados en el avión, Don Ramón María del Valle Inclán. Tonia empieza a sospechar que el autor produce cierto arrebato místico en su nuevo compañero. Mendiño continúa. En los días calientes de 1898 Valle se enfrentó en Madrid a una manifestación bastón en mano. Hubo pendencia y cayeron leñazos, patadas y coscorrones. Gracias a ese incidente, real o inventado, Valle pudo decir, años después, una valleinclanada:
—La guerra de Cuba la ganamos los cubanos en su patria y yo en las calles de Madrid.
Simón Mendiño sigue hablando, ya por encima de las nubes, de la influencia de Cuba en Valle Inclán. Tonia está atrapada al lado de la ventanilla sopesando posibilidades de evasión. El viaje empieza a hacerse largo. El ponente a falta de tabaco, se muerde las uñas y traga pastillas.
—Perdona Mendiño, también soy filóloga, no me des la tabarra.
—Llámame Simón. No puedo callarme, lo siento. Me da pánico volar. Pánico, etimología griega, Panikós. Pan, un dios que tenía la mala costumbre de aparecerse por las noches, y el sufijo ikós, “relativo a”. Si dejo de hablar la angustia me puede provocar un ataque de ansiedad. Si quieres cambio de tema, eso sí. ¿Te gusta la historia medieval? ¿Has oído hablar de los burgundios?
—Acabáramos.
—Pretérito imperfecto o futuro hipotético del subjuntivo. Acabar, como sabes, es regular y pronominal, o sea reflexivo.
—Perfecto, Simón, sigue hablando riquiño, me voy a poner los cascos.
—No, perfecto no, imperfecto. Si fuera perfecto sería hayamos acabado.
En la comisaría de Vía Laietana Luís el Rubio también tuvo un encuentro con Lifante y mencionó a Salmorejo. Tuvo que repetir lo mismo a los pocos días, cuando Antonio Carpintero, Toni Romano, se presentó en su oficina a las nueve de la mañana. La tercera vez, un inspector joven, Trinidad Ramalho, apareció en su casa. Todos habían hablado con Dolors y se interesaron en Charo. Ninguno había conseguido hablar con Rigalt i Mataplana, el directivo del FC Barcelona.
El Rubio tiene amigos en el Barça. La Lita, su madre, llegó a ver partidos en el viejo Campo de Las Corts. Cesar iba para máximo goleador en la historia del Barcelona. Lo sigue siendo medio siglo después. El Rubio tropezó con Cesar cuando era mister del Sant Andreu.
Cesar tenía todas las puertas abiertas en el Barça. Sabía mejor que nadie cómo funcionan los clubes, el Barcelona y los demás. Antes de morir en un atardecer de los noventa, le presentó al avi Suñé, uno de los utilleros más antiguos del equipo, un discreto informante de la directiva. La presidencia se enteraba por él de los cotilleos de vestuario. El canal de comunicación establecido entre Suñé y el palco tenía dos terminales, el presidente eventual, y Joaquim Rigalt i Mataplana, directivo del club desde los años sesenta.
Suñé está más que jubilado. El Rubio lo ha sacado de casa para invitarlo a un bocadillo de jamón y una caña en el Nuria de Canaletas.
—No sé qué pensión te habrá quedado, Suñé. Igual un extra te viene bien.
—¿Tú qué crees?
—Tengo unos amigos que necesitan hablar con Rigalt i Mataplana y no hay manera. Dicen en su casa que está en el extranjero pero pasa el tiempo y no vuelve.
—Quimet. Muy difícil. Quimet es el amo. Medio mundo quiere hablar con él. Hasta el último piernas tiene jugadores que vender, ofertas de negocios y propuestas. Es más fácil hablar con el Papa santo de Roma.
—A ti te coge el teléfono. Seguro.
—Supongamos que sí. Lo llamo. ¿Para decirle qué?
—Que unos señores están interesados en descartar que tenga algo que ver con un asesinato.
—Los asesinatos son cosa de la policía. ¿Tus amigos son policías?
—Puede.
Suñé hace cálculos mercantiles.
—¿Cuánto?
—Bastante.
—No te prometo nada. ¿Qué interés puede tener Quimet en hablar con tus amigos?
—Son cosas políticas, Suñé. Le interesan. Menciona a Pepe Carvalho. Mucha gente lo está buscando.
— El detective. Eso vale dinero.
—¿Cuánto?
—Más de lo que tú puedes pagar.
—¿Sabes algo de Carvalho?
—Algo sé, noi.
Tiene que haber algún vínculo entre el Barça y Carvalho. Si Rigalt i Mataplana tiene contacto con Carvalho y el Barça no entrara en la ecuación, Suñé no sabría nada. Las palabras culpable, justicia, sentencia, pena o prisión no significan nada para el Rubio, hace muchos años que perdió el respeto al lenguaje. Que Carmen Balcells encuentre o no a Carvalho le da igual. Charo le llama la atención, una puta. Esa palabra sí le afecta. Rigalt i Mataplana, Carvalho y Charo no aparecen. Moré los buscaba y ahora está en un cenicero, en casa de su hermana.
Salmorejo viene de lejos, es policía desde 1972. Ingresó en la brigada político-social del comisario Fonseca, el “alitas”, un colaborador de la Gestapo que hizo cursos de sabotaje y anticomunismo. El número dos de la brigada era Manero, un torturador condecorado. Salmorejo, entonces un joven rubiales cagapañales, se convirtió para los detenidos en “el alemán”. Vivió la transición desde el núcleo duro, la secretaría general de un sindicato de policía creado por él y algunos futuros comisarios más.
En los archivos de la policía italiana no figura ningún Nino Castellano. Montalbano pregunta por ahí a los viejos que conocen las historias más antiguas. Nino Castellano fue uno más entre los miles de emigrantes que fueron a América hace casi un siglo. La inmensa mayoría trabajadores pobres. El viejo afirma haber conocido a Pepe Carvalho. Entra dentro de lo posible. La CIA y las familias siempre tuvieron relación, especialmente en los asuntos cubanos. Matar a Castro, un sueño que duró décadas. En Nueva York un anciano se entera de la búsqueda de Carvalho e interviene por razones sentimentales. A Montalbano se le atraganta esa historia. Sabe que la agencia Balcells ha enviado gente a Cuba para hablar con Mario Conde. Una carta suya les ha dirigido hasta allí.
En Atenas Kostas Jaritos está pensando en comprarse un seat Ibiza. A Zisis le interesa el asunto Carvalho. Lambros Zisis, lector empedernido y viejo comunista resistente, ha leído a Montalbán. La memoria de las dictaduras militares, haber sufrido cárcel, torturas y palizas de policías compañeros de Jaritos, le acercan a un detective tan deconstruido como Carvalho. En su archivo tiene documentación, publicaciones sobre organizaciones comunistas españolas, grupúsculos, el partido adherido a la internacional, sus escisiones. Arqueología. Ha encontrado un cuaderno olvidado entre los libros de ensayo publicados por Montalbán. Un manuscrito de poemas que llegó a sus manos por una carambola: “Historia de amor de la dama ámbar”.
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