Todo lo que sé sobre Pepe Carvalho (VII)
Esos ángeles...
VII
PARA ENTREGAR EN MANO AL COMISARIO MONTALBANO
Remitente: Nino Castellano Belmont, Bronx NYC.
Queridísimo Salvo mi nombre no te dirá nada. Quedan muy pocas personas vivas en Sicilia que puedan darte señas sobre mí y todas tienen más de noventa años. Hace tiempo que me retiré, no me quedan amigos ni enemigos, nadie puede hacerme mal. Mi vida en EEUU no ha sido plácida, tampoco me quejo. Formé una familia, me gané bien la vida y he llegado a viejo. Se lo debo a tu abuelo. Me escondió en su casa cuando era un huérfano sentenciado a muerte por mi apellido. Hizo posible mi llegada a Nueva York con ocho años, veinte dólares y una carta para la honorable familia genovesa que me acogió y me dio un futuro. Nadie hizo nunca tanto por mí. No pude agradecérselo. Conservé desde que salí de Catania una medalla de plata con la imagen de Santa Águeda y la fecha grabada de mi partida. Me la puso al cuello tu abuelo y se quedó con otra igual. Me dijo que si algún día volvíamos a cruzar nuestros caminos serviría para identificarnos. La envío como prueba por si te surgieran dudas de la autenticidad de esta carta. Estoy casi ciego, pero no sordo. Oí tu apellido, común en nuestra tierra, y quise saber quien eras. La sorpresa fue muy agradable. Me alegra, no sabes cuánto, que seas un funcionario honesto y que hayas podido evitar depender de las familias. En memoria de tu apellido y de tu abuelo quiero hacer algo por ti. No será suficiente para pagar la deuda. Sé que estuviste en Barcelona y lo que fuiste a hacer allí. Carvalho trabajó para la CIA, eso ya lo sabes, en los años de Kennedy. Lo conocí en el Flamingo de Las Vegas en 1962. Me lo presentó Sinatra como uno de los guardaespaldas del presidente. Los de la CIA y los cubanos de Miami decían que un excomunista gallego podía ser muy útil contra Fidel. Me encargaron pegarme a él para descartar que fuera un topo de los soviéticos. Nos hicimos grandes amigos. Me descubrió los secretos de la calderada gallega y el rabo de buey y te aseguro que se le saltaban las lágrimas con mis arancini. Meyer Lansky, socio del Flamingo, el primer gran hotel-casino de Nevada, el único estado donde el juego era legal en Norteamérica, aún soñaba con recuperar el Habana Riviera de Cuba, donde había invertido millones de dólares, y los demás hoteles y casinos cerrados por la revolución en los que tenía un porcentaje. Idearon un plan para introducir en la isla a Pepe convirtiéndolo en cantante de boleros. Fue un fracaso. Tenía muy mala relación con el ritmo y ni siquiera meses de clases con Dean Martin y Sammy Davis Junior consiguieron hacer que entrara a tiempo en las canciones y no las terminara mucho antes que la orquesta. Al morir Kennedy algunas sospechas se dirigieron contra él. Decidieron borrarlo del mapa, nunca había existido. La central no podía permitirse que acusaran a uno de los suyos. Diseñaron un pasado y una nueva identidad. Se propusieron convertirlo en cantautor, colarlo en círculos universitarios menos rigurosos con el ritmo. Carvalho cogió los nuevos documentos, certificados de estudios, fichas médicas, pasaporte suizo y desertó. Cruzó la frontera por El Paso, Texas. En Ciudad Juárez perdieron su pista. No le culpo, yo habría hecho lo mismo. Un consejo, busca a la mujer. Una gitana portuguesa llamada María, Marieta. Estuvo en sierra Maestra con los barbudos y se infiltró en un grupo anticastrista de Florida. A primeros de los setenta viajó a España con el objetivo de matar a Batista, protegido por Franco en Madrid. Mario Conde, un policía de La Habana puede ayudarte. Sabbinirica.
Un rapaz con berretes sentado en la playa junto a la toalla de Montalbano, le entregó al salir del baño la carta de América sin decir una palabra. No le había visto llegar y no le conocía. Aseguró, después de leves presiones, llamarse Piero, tener diez años, y que un hombre en una motocicleta, con el casco puesto, le había dado diez euros por entregar el sobre. Señaló con el dedo hacía la carretera. El motorista se dejó ver a menos de cien metros. Presenció la entrega antes de alejarse sin prisas. El comisario, en chanclas y bañador, no pudo identificar el modelo del vehículo, ni se planteó un intento de persecución. Piero muy serio se marchó andando por la arena sin prestar atención a las palabras del señor mayor: No vuelvas a coger dinero de extraños o te detendré, llamaré a tus padres y acabarás en prisión el resto de tu vida entre asesinos y maestros. Piero volvió la cara sonriente sin detenerse dedicándole su mejor repertorio de muecas.
Las cuartillas escritas a mano con una caligrafía excelente le produjeron una mezcla de inquietud, orgullo familiar y dudas. Examinó la medalla, la había visto antes. Ni su padre ni su madre viven para responder a sus preguntas. El apellido no es desconocido. Sí conoce a Mario Conde. Ha leído las novelas de Leonardo Padura y el inspector es su alter ego. Viajar a Cuba en busca de Mario Conde, que tal vez pueda ponerlo en la pista de una anciana relacionada con Carvalho cuarenta años antes, no es viable. Tiene trabajo, cadáveres reclamando toda su atención. Podría rastrear el apellido en la isla, preguntar a los viejos por Nino Castellano, lo demás queda fuera de su alcance. Copia la carta eliminando la parte personal y la envía a la agencia de Carmen Balcells.
Pasa la vida. Pasan las novelas mezcladas con los hechos muy hechos, crudos o al punto. Tonia pertenece a una generación como cualquier otra, adjetivable, clasificable, susceptible de segmentación. Fórmulas para que entomólogos o sociólogos encajonen sus posibilidades de inventar salidas, cieguen sus alternativas de fuga. Carvalho le pegó un tiro mortal a Jordi Anfruns, un sociólogo psicópata, en “El hombre de mi vida” la favorita de Tonia. Es el asesinato que le lleva, por su propio pie, a la cárcel, uno de esos submundos invisibles e ignorados.
Carvalho en el módulo, en el patio, en el chabolo, en las duchas, en el comedor. Carvalho definitivamente alejado de Charo, de Biscuter, del exterior. Aislado, desnudo, en cuclillas, cacheado con guantes, sometido a análisis de sangre. Carvalho renunciando a ser el viajero que huye, a los mares del sur. El mundo redescubierto como un enorme penal global. La cárcel, el último reducto, la mano dura necesaria para disciplinar a la cuota de esclavos que se niega a construir pirámides, a la reproducción del valor. La moral; el desorden establecido a partir de las victorias.
Cada generación vuelve a empezar con la memoria desactivada a cualquier precio, Cartago debe ser destruida. El perdedor como sujeto histórico de cambio hasta que se convierte en ganador. Tonia acude con preguntas a Machado cuando se encuentra perdida, el poeta profesor que pasó la primera noche del exilio francés en un vagón sin uso, en una vía muerta de la estación de Cerbere.
La historia es incomprensible para Tonia. Muchos tienen problemas para entender la física, las matemáticas, la tecnología. Pocos tienen problemas de comprensión con la historia, una materia inasequible a los algoritmos.
Los detectives de los crímenes históricos son los mayores enemigos del desorden. La historia es patrimonio de los vencedores. En latín, en inglés o en español. Arcos de triunfo, winners o victorias.
A dos horas de Barcelona, en el cementerio de la comuna de Colliure, en la tumba de Machado, Tonia deja todos los años desde que descubrió el lugar en una excursión del instituto, una nota. Esta vez ha ido sola. Escribe una pregunta dirigida a Don Antonio: ¿Existen los personajes? Mira la lápida conmemorativa, el buzón lleno de papeles. Al oír el canto de los pájaros recuerda que, veinte años después de la muerte del poeta, Pau Casals llegó solo con su cello, un día frío, a tocar para él.
En la pequeña playa de Saint Vincent con los zapatos en la mano y los pies en el agua fría de la orilla, suena el móvil. No es Don Antonio, es de la agencia. Tiene la tentación de tirarlo al mar. Anda unos metros y lo deposita sonando por segunda vez, en la papelera. Es Moré.
Traducir la carta enviada por Salvo Montalbano la llevó menos de media hora. Abre un mundo con ancianos italianos, cantantes, gánsteres, agentes de inteligencia, mujeres preparadas para matar, revolucionarios y santa Águeda, la patrona de Catania.
Tonia entra en la librería un sábado a primera hora. Paco tiene la tentación de llamar a los sindicatos para que convoquen una huelga general y bramen las sirenas de los últimos talleres, de sugerir al obispo el repique de todas las campanas. En la pequeña cocina de la tienda Montse Clavé prepara salsa para los mejillones. Interrumpe el guiso y se quita el delantal mientras saluda, intrigada por las gafas oscuras de la joven en un día con el cielo color panza de burro. Paco se levanta del escritorio y abre los brazos.
—Mi clienta favorita. Me alegro de verte. Los sábados traemos mejillones del mercado. No están hechos todavía ¿Quieres un vino? Es tinto sangriento.
—Hola, si es joven sí, no son horas de crianza. Huele bien.
—¿Cómo vas con las lecturas? ¿Te gusta lo de Carvalho?
Tonia prueba el vino antes de contestar.
—Carvalho va perfecto para mi metabolismo sentimental. Pondría alguna pega a la temperatura de este vino, demasiado alta. Resalta lo dulce y el sabor a alcohol. El tinto no debe beberse frío, pero sí más fresco cuanto más joven. De todas formas no me gusta el vino, lo he leído en algún sitio o puede que me lo haya inventado. Bebo por experimentar, sigo el método Stanislavski.
Paco intenta procesar la frase. La joven parece víctima de una sobredosis de detective gallego. La librera no quita ojo a la joven que habla como un personaje que imitara los diálogos de Sánchez Bolín.
—¿Has leído todo lo que te llevaste?
—Sí. ¿Conoce a Mario Conde?
Paco bebe su vaso de un trago. Tonia pregunta por sorpresa como los policías veteranos.
—Claro, coincidí con Padura en Gijón al final de los ochenta.
Enciende la base de datos mental. Leonardo Padura, escritor, cubano, habanero, admirador de J.D Salinger, licenciado en literatura, periodista, aficionado a la pelota. Mario Conde, personaje, expolicía, aspirante a escritor, cubano, habanero, admirador de J.D Salinger, vendedor de libros de lance, bebedor y fumador, aficionado a la pelota. La pelota: el beisbol.
—Padura tiene en Tusquets tres novelas. Algunas anteriores, diría que dos, publicadas en Cuba.
—Me las llevo. Se está pegando la salsa de los mejillones.
Titubea Paco. Mira a su compañera que reacciona y retira la sartén. Busca los libros. Se gira con “Adiós Hemingway” en la mano. Aparece otra, “Paisaje de Otoño”.
—No encuentro la que falta. Te la pido si quieres.
—De acuerdo, volveré, gracias. Ah...tomillo, falta tomillo. En la cocina con memoria es conveniente el olor antropológico.
El librero la ve salir sin reponerse, la respuesta que se le ocurre llega tarde. Su compañera olisquea la salsa valorando la proposición. Un atracón de Carvalho en plena juventud puede afectar a la digestión. No parece grave. Si la próxima vez viene hablando con acento cubano empezarán a preocuparse.
Malik llama por el chivato del portal y Tonia baja. Sube de paquete en la moto, van a San Roque. Llegan a la Plaza Roja. En el corro de vecinos, muchos de ellos amigos de Malik, circulan cervezas, pastelillos de nata de la panadería, algún peta. Se escucha cantar al Faliyo por el parque. Los gitanos viejos, poco habladores, recuerdan las barracas del Somorrostro y Montjuic, donde vivían antes de que los trasladaran a estos edificios construidos con cemento aluminoso en los humedales del Besós. La Nuri, asomada a la ventana, saluda. Antes de subir, Tonia escucha un rato la conversación. Malik pregunta por alguien que está a punto de salir, el Cholo, un preso habitual. Todos le conocen, cada uno cuenta una aventura. Sale Messi, el pibe nuevo que la rompe. Ahí pierde el interés y tira Tonia para donde la Nuri, sabe que espera novedades sobre Charo y Pepe. Va a flipar con la carta de Nueva York. Trae miel negra, mató y nueces y ha leído “El Balneario”.
—Montalbán decía que el Barça es el grupo armado del nacionalismo catalán. La épica en el balneario europeo es una parodia.
—¿Por qué hablas así? No entiendo. Explícamelo.
—La épica es la forma literaria de inventarse héroes y atribuirles hazañas o de inventarse hazañas y atribuirles héroes. En Europa, el balneario de los ricos, un delantero centro o un grupo de pop pueden ser legendarios.
—También vivimos en Europa nosotras. Tú ganas dinero pero para rica te falta mucho. Y a mi, tú verás.
—Somos insignificantes. Estamos en la parte del mundo que se beneficia de otras miserias. La riqueza concentrada aquí que genera devastación allí.
—Pareces un documental. Me mareo.
—Tienes motivos. Eres africana, mujer, pobre y no puedes salir de casa. Si estuvieras enferma y mayor, serías la última de la cola.
—Voy a vomitar.
—No, ahora no. Tengo que contarte una cosa y tenemos nueces, miel y mató. Vamos a hacernos un tecito.
El fin de la historia, de la memoria, es un bono de acceso al balneario y el terrorismo ajeno el nuevo enemigo que estropea la música de fondo. Los terroristas, sin una definición precisa, son los nuevos comunistas. The Sunshine Press, creada por Julian Assange, gestora de WikiLeaks, publica a lo largo de 2007 archivos clasificados sobre actividades de la CIA en los años sesenta. Carvalho vivía en los Estados Unidos y trabajaba para la agencia. Tonia los estudia. Montalbán le sitúa en Bangkok en 1969 recopilando información en la retaguardia tailandesa sobre las guerrillas comunistas activas en Camboya. Son miles los asesores de inteligencia desplegados en el sudeste asiático bajo la presidencia de Nixon. En el cronograma de Tonia es un momento clave, poco antes de que Carvalho vuelva a Barcelona. El escritor afirma que entre los años 1963 y 1964, Carvalho visita dos países en los que se producen golpes de estado: Siria y Bolivia. Quim Aranda, biógrafo de Carvalho, resalta las descripciones físicas del personaje hechas por diferentes informadores. Ninguna coincide. Las fechas no concuerdan con la desaparición en México narrada por Nino Castellano, el informador siciliano. Moré tardó cinco minutos en apuntarse a un viaje a Cuba. Carmen, la jefa, les ha llamado al despacho. Por una corazonada Tonia introduce en el buscador de WikiLeaks a Carmen Balcells. Aparece un cable de 1976.
MAY BE POSSIBLE CONTACT DONOSO THROUGH HIS LITERARY AGENT, CARMEN BALCELLS, AGENCIA LITERARIA, AVDA. GENERALISSIMO FRANCO 580, BARCELONA, PLEASE ADVISE. KISSINGER
UNCLASSIFIED
Pertenece al “Special Latin American Lecturer Project”. Kissinger, nada menos, intentando contactar con José Donoso, un escritor chileno, en pleno pinochetismo. Alcohólico, paranoico, con problemas económicos, adicto a los antidepresivos, homosexual. ¿Por qué tendría interés en él un secretario de estado?.
La jefa, a medio retirar, está de mal café. No hay avances. Que Moré ponga en duda la existencia de Carvalho la enerva ¿Quién mató al sociólogo Anfruns? ¿Por qué le busca el CNI?.
—Cuando Manolo me contó la historia hablaba en serio, nos conocíamos muy bien. En “Asesinato en el comité central” matan al secretario general del partido comunista, se llama Garrido. Ningún Garrido ha ocupado ese puesto, se refería a Carrillo y todo el mundo lo sabía. Tiene el mismo número de sílabas, las mismas vocales, el mismo cargo. Pepe Carvalho es un camuflaje, detrás hay alguien. Tiene que aparecer. Seguís teniendo carta blanca pero no quiero volver a recibir videos tuyos, Moré, ni facturas dobles de besugo y angulas. Mírame, ¿Tengo cara de idiota?
—No, Carmen, a las angulas me obligó el italiano, dijo que tenía que probarlas y el griego me recomendaba el besugo… La próxima vez pido tortilla, no te preocupes. O sopa. Me encanta la sopa. Estoy a punto de contactar con Charo. De momento no coge el teléfono. Es amiga de mi hermana.
—¿Tu hermana es tan de fiar como tú? Tenme informada. Quiero una llamada diaria. A la vuelta vienes a darme las facturas, los mojitos te los pagas tú. A la próxima estupidez, Moré, vuelves a las catacumbas. He llamado a Padura, os recibirá. Tonia… ¿Desde cuándo fumas?
Moré respira al dejar de ser el objetivo de la jefa. Tonia hace girar un puro con los dedos mientras lo enciende.
—Es un Cerdán. Los hace un catalán en Santo Domingo. ¿Quieres uno?
—Lo que me faltaba. ¿Estás bien, cariño?
—¿Preguntabas eso a Montalbán cuando encendía un cigarro?
—Contestas con otra pregunta. ¿También te estás haciendo gallega?
—Un pouquiño. Hay que medir los riesgos de fumar poco y bien, decía Montalbán, como un servicio a la supervivencia de una cultura.
Carmen arruga la frente, señala a la traductora con el dedo.
—Te estás pasando. Cuando hayas escrito miles de artículos, poemas, ensayos, novelas, prólogos, guías y recetarios te tomaré en serio y escuchare tus comentarios. De momento o dejas de citar a Manolo todo el rato o te pido hora con el psiquiatra.
Tonia ignora el reproche, pone la espalda recta y cambia de tema.
—¿Quién te llamó en 1976 para que le pusieras en contacto con José Donoso?
—¿Me preguntas por una llamada de hace treinta años?
—¿Eres de Pontevedra? ¿Has leído “El jardín de al lado”? Es una novela de Donoso. En ella dice que el boom latinoamericano fue un invento de alguna agente oportunista y los editores catalanes.
Esa crítica la ha oído antes muchas veces. No la altera.
—No soy inventora, Tonia querida. Sí, leí esa novela. Es sobre la envidia.
—Donoso te cambia el nombre pero eres fácil de identificar. Igual que Sánchez Bolín. Todo el mundo sabe, menos él, que es un personaje de Montalbán que hace de Montalbán.
—No. Bolín y Montalbán no son idénticos. Tienen el mismo físico, hacen el mismo trabajo, hablan igual, tienen los mismos gustos, viven en la misma ciudad, en el mismo barrio y comparten memoria, pero Sánchez Bolín es soltero.
Moré no expresa nada, ni verbal ni gestualmente. Tiene la sensación de estar perdiéndose algo. Nunca ha oído hablar del tal Bolín.
Sin la aparición telefónica de Charo para dar confirmación, la existencia de Biscuter sigue siendo imaginaria. El personaje se ha pasado la mitad de su vida haciendo la compra para el jefe en La Boquería. Montalbán la llamó “La catedral de los sentidos”. El mercado, nacido extramuros de la ciudad, convertido en atracción turística, tiene, o debería tener, memoria. Malik va dos veces por semana a recoger pedidos del restaurante. Lleva una descripción borrosa de Biscuter y cien pavos en el bolso para gastos. Según las indicaciones de Tonia, el tal Josep Plegamans, al que podrían conocer por cualquier alias, incluido el de Biscuter, busca material de primera, es proclive a husmear, a preguntar y al palique. Las paradas antiguas son el objetivo. Palmira i Neus venden buen marisco y llevan muchos años con el puesto abierto. Decide ir a última hora, cuando están recogiendo y los agobios son menores. No sabe por dónde empezar. Improvisa, saca una libreta. Palmi se adelanta con una caja de mejillones en las manos.
—Hola, rey, lo tuyo no está hasta mañana.
—Ya, venía por otra cosa. Es que...hago encuestas. Será solo un minuto, si no os importa.
—Venga, empieza, que termino de guardar esto en la cámara y cerramos. Te contesto yo si te vale, que la Neus está con las cuentas.
—Gracias, es muy corta. ¿Sabes quién era Manuel Vázquez Montalbán?
—Claro, corazón, Manolo, el escritor. Vino alguna vez. Miraba al pescado a los ojos. Un sol.
—¿Has leído alguno de sus libros?
Cierra el grifo de duchar nécoras, abre la cámara y contesta.
—La duda ofende. Galíndez, el Pianista, el Estrangulador…
—¿Sabes quién es Biscuter?
—No, Carvalho me cae mal, no se porta bien con Charo. Prefiero las otras novelas y los ensayos. Me gusta la de “Contra los gourmets”. No aguanto a los listos. Vienen a comprar, hacen comentarios que han leído en el suplemento dándose importancia, y no distinguen un bogavante de una sandía.
—Pero…entonces sí has oído hablar de Biscuter.
—Sí, hijo, sí. El ayudante del detective.
—¿Biscuter compraba aquí?
—No. Aquí venía a por cangrejos Elvis Presley. ¿Me estás vacilando?
—No, mujer. Verás…La encuesta consiste en...buscar personas que hayan servido para crear personajes para...En la empresa me han dicho que aquí pregunte por Biscuter.
Palmi se quita los guantes y se pone en jarras. Podría arrancarse con una jota.
—Mientes fatal mi vida, eso ni es una encuesta ni es nada.
—No, es que…Mierda, tienes razón, perdona…Tengo una amiga que quiere saber si existe Biscuter o alguien que se le parezca.
Se lava las manos. Dobla el delantal, hace ademán de ir a preguntar a la Neus pero se planta.
—Un fetillo como nacido con forceps, pequeñajo y tirillas, poco pelo, rubiajo, ojos saltones, y el cráneo aplastado. Ahora que lo pienso…Sí, Pep, el Bacalao. Hace mucho que no viene. Era cocinero, o eso decía.
Malik se deja de encuestas y pregunta en otros puestos sin rodeos. Pep el Bacalao era Pep el Bellota en La Llar Del Pernil, Pep Cabrales en la Formatgería Forés, Pep el Moras en la frutería de Laura i Marc Besora, Pep el Esparrago en Verdures Peña, Pep el Riñones en Carnissería Tere, Pep el Embuchao en Tocinería Víctor i Paqui. Mínimo común de las descripciones: desaliñado, limpio, exigente, amable, nervioso. Hace años que no han vuelto a verlo. Lo que Tonia le había contado de Josep Plegamans, Biscuter, coincidía al cien por cien con el Pep más conocido de la Boquería. No pudieron dar ni un dato concreto para localizarle. Ni dirección, ni amistades. Salió a la Rambla y llamó a Tonia. No contestó. Anduvo un par de minutos, alguien estaba detrás.
—Eh, morito.
No podía ser tan fácil. Malik se giró de mala gana, molesto. Una anciana disfrazada de joven, pintada a pistola, chupaba un polo de limón sentada en el capó de un coche. Puede que llevara ahí más tiempo que el Liceo. Malik tiene visto mucho, le han dicho de todo.
—He oído que buscas a Pep, el Chochos.
No estaba seguro de querer conocer la historia. Tonia la trataría de usted.
—Dígame, señora.
—Señorita. Me cuesta hablar, hijo.
La mirada también es un lenguaje. Aquella era fácil de traducir a pesar de las gafas de espejo. No necesitaba un perista.
—¿Cuánto?
—Cuanto más mejor.
Sacó veinte lereles del bolsillo. Ella los cogió con manos de madera de olivo, los dobló y los puso dentro de lo que alguna vez había sido un escote.
—Ahora nos sentamos en una terraza, me invitas a un café con ensaimada y te cuento. Eres muy guapo, niño.
Se sentaron en el bar más cercano y el camarero de la India, Pakistán, Bangladesh o por ahí, les miró como un mosso d’escuadra. Mantuvo la distancia por si tuvieran algo contagioso. La mujer se transformó en una niña con dudas entre lo que quedaba de polo y la llamada del bollo. Pegó el último mordisco, tiró el palito y se echó en el café los sobres de azúcar. Los suyos y los de Malik. Encendió un Fortuna y se fue a la infancia, no tan lejana como parecía. Mala vida.
—El Pep me trataba bien. Cuando estaba interno con los curas, en el asilo Durán de la calle Vilana, en la Bonanova, mi madre trabajaba limpiando para una familia catalana de las de mucho dinero. A mí me dejaba toda la mañana esperando en la calle con un cucurucho de chochos. Tenía doce años. Veía a los niños en el patio, detrás de la verja, y un día el Pep me pidió unos pocos. Pasaba más hambre que nosotras. A mi madre le dio pena y empezó a comprar dos cucuruchos. Cogimos confianza y cuando salió seguimos viéndonos. Robaba coches. Dimos algún paseo por el Tibidabo y nos traía tortilla de patatas. Mi madre le llamaba “El chochos”. Entraba y salía de la cárcel. Cuando me quedé sola y vine al chino a buscarme la vida, me ayudó. Me daba veinte duros cuando podía y me invitaba a un aguachirri. Esto de ahora sí es café. A mí los tíos me dan asco. Todos. Por mí como si revientan, pero al Pep le tenía cariño. Uno que conocía de la cárcel le dio trabajo y se quedó a vivir en su oficina. Se volvió un señor y todos los días venía al mercado. Cuando necesité mil pesetas me las dio y me traía raciones de los platos que cocinaba. Un día me dijo que se iba. Al jefe le habían metido en la trena y estaba en el paro. Tenía algo ahorrao y quería ir a Francia, a París. No he vuelto a saber de él. Estará en algún restaurante, cocinaba bien. Si le ves, dale recuerdos de Margot.
Malik sacó otro billete azul. Al dar las gracias y mirar a la señora subiendo la Rambla, le entró urgencia por fumarse cuatro porros y desnucarse en el sofá con el programa de televisión más estúpido que pudiera encontrar.
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